(Continuación) Y por supuesto que, en la segunda mitad del siglo,
tampoco faltan casos de científicos que (per)dieron su vida por la ciencia y
que merece la pena mencionar.
Entre ellos los hay que tuvieron mala suerte, no faltaron otros que
murieron por su exceso de confianza y, por supuesto estotros que, sencillamente,
se suicidaron. Pero de nuevo volvemos a los venenos clásicos: que si un poco de
cianuro, que si otro tanto de mercurio, que, por qué no, una hemotoxina agente.
En fin.
Turing y la manzana envenenada
Alan Turing (1912-1954), matemático y lógico británico que está considerado como uno de los
padres de la ciencia de la computación
y un precursor de la informática moderna.
Un hombre que, en el campo de la inteligencia
artificial, proporcionó una influyente formalización de los conceptos de
algoritmo y computación, a través de la concepción de lo que conocemos como el Test de Turing (1950), una prueba de la
habilidad de una máquina para exhibir un comportamiento inteligente, similar al
de un ser humano o indistinguible de éste.
Claro que, durante la Segunda Guerra
Mundial (SGM), también trabajó en descifrar los códigos secretos nazis,
particularmente los de la conocida máquina Enigma.
Se estima que gracias sus estudios (1940), se pudo acortar la duración de esa
guerra entre dos y cuatro años. Y tras la guerra diseñó los primeros computadores
electrónicos programables digitales. Por completar su fotografía, Turing fue
también criptógrafo, filósofo y corredor de fondo. Como lo lee.
Sin embargo, el hecho de aparecer en este negro sobre blanco está
relacionado con su muerte, y no tiene tanto que ver con ese progreso científico
en el que colaboró de manera tan significativa, como con el progreso social. Que
se desencadena cuando, en 1952, Alan acude a la policía para denunciar un robo
en su casa y declara que ha sido su propio novio, Arnold Murray, quien había
ayudado a los ladrones a entrar.
Curiosamente, el hurto pasó a un segundo plano y el caso es que fue
procesado por homosexualidad, acusado de “indecencia grave y perversión sexual”.
Encontrado culpable, fue condenado a un tratamiento con estrógenos que le provocó graves daños físicos, incluida la
disfunción eréctil.
Su carrera como científico acabó ahí, y como ser humano no duró mucho
más. Dos años después, el 7 de junio de 1954, su ama de llaves lo encontraba
muerto en la cama. Una muerte que podríamos llamar de cuento, lo digo por el
nexo manzanil con Cenicienta. Al
parecer, a última hora de la tarde había dado varios mordiscos a una manzana
que podría estar envenenada con cianuro.
Esa fue la versión oficial que contaron los periódicos, un suicidio mediante
una manzana envenenada. Al menos es lo que contaron los periódicos.
Claro que el gusto por las buenas historias ocupó el resto y las
leyendas negras empezaron a circular, llegándose a hablar hasta de un asesinato
pues lo cierto es que, si bien había cianuro en su cuerpo y en un laboratorio
contiguo a su cuarto, nunca se hizo la prueba a la manzana.
Casi sesenta años después, el 24 de diciembre de 2013, la reina Isabel
II promulgó el edicto por el que se exoneró oficialmente al matemático,
quedando anulados todos los cargos en su contra. En realidad, lo que firmó fue
una orden de gracia y misericordia concediéndole el perdón por la pena.
(Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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