(Continuación) Pero antes, y también después, de que esto ocurriera,
metales como el mercurio y el arsénico se cobraron bastantes vidas humanas, algunas
de ellas de científicos. Y es que todavía quedaba mucho por decir acerca de lo
que era tóxico o no, según las circunstancias.
Paracelso
Es evidente que llega el momento del gran Paracelso y lo que algunos consideran el inicio de la Toxicología. El más inconformista y
controvertido de todos los médicos que en el mundo han sido, Philippus Aureolus Theophrastus Bombastus
Von Hohenheim (1493-1541), suizo a quien su fuerte personalidad, buena
dosis de soberbia y toneladas de arrogancia le llevaron a cambiar su nombre,
nada menos que por el de Paracelso.
Ya saben, “por encima de Celso”,
el gran médico romano del siglo I, autor del libro de medicina más utilizado en
el Renacimiento. Así que ya se pueden hacer una idea de por dónde andaba la
autoestima del susodicho.
‘Sola dosis facit venenum’
Pero para los intereses de esta charla nos quedaremos en una de sus
famosas citas ‘La dosis hace al veneno’,
una gran verdad sin duda pues cualquier cosa que podamos imaginar, por inocente
que nos parezca, puede ser un veneno, o resultar peligroso para la salud, si la
cantidad que manejemos es lo suficientemente alta.
Es decir, según esta observación, todas las sustancias son tóxicas a
dosis altas. Esto incluye a sustancias abundantes y necesarias como: el agua (los
dichosos 2 L de agua diarios), vitaminas (hipervitaminosis), oxígeno
(hiperoxia), etcétera. Lo dicho “Nada es
veneno y todo es veneno; la diferencia está en la dosis”.
Pero en realidad, la toxicidad de un producto químico en concreto
depende de otros factores, como por ejemplo el grado o ritmo en el que entra en
el cuerpo de una persona. Dosis relativamente bajas de contaminantes en el
agua, en los alimentos y o en el medio ambiente, pueden llegar a tener nocivos
efectos, crónicos y significativos, sobre una población, si existe una
exposición a largo plazo.
Paracelso, fundador de la toxicología
‘Sola dosis facit venenum’, esa es la máxima por la que algunos ven a Paracelso en esas primeras
décadas del siglo XVI como al fundador de la Toxicología.
Y que nos viene a decir que una sustancia puede producir el efecto
perjudicial asociado con sus propiedades tóxicas, sólo si llega a un sistema
biológico susceptible dentro del cuerpo en una concentración lo suficientemente
alta (es decir, lo que consideramos la dosis).
Y si nada y todo puede ser tóxico, pues depende de la dosis, la vía de
entrada, las circunstancias de la toma, etcétera, es evidente que llevada la
afirmación a un extremo, la diferencia entre un veneno y un fármaco está en la
dosis administrada o acumulada en el cuerpo.
Esto es lo que debemos al alquimista, delimitar cuándo algo es veneno y
no. Ergo, para algunos, Paracelso,
fue el fundador de la toxicología, un cuerpo de conocimientos que en aquel
tiempo no tenía ni por asomo el rango de ciencia, tal como la entendemos hoy
día. (Continuará)
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