(Continuación) De todas formas,
quede blanco sobre negro que me gusta mucho dar conferencias, por lo que he
seguido y sigo aceptando, la mayoría de invitaciones que gentilmente me
ofrecen.
Y de este modo, con el paso
del tiempo, las conferencias se han sucedido, las circunstancias han ido cambiando,
yo he evolucionado y, todos estos ingredientes que le he puesto sobre el tapete
de su pantalla, hemos corrido desigual suerte.
Para empezar, los miedos
primerizos se me ven menos. No es que hayan desaparecido, siguen ahí por
supuesto, sólo que ahora vienen disfrazados de nervios, de responsabilidad. En
cierto sentido comparto con el inglés T.
Hobbes su visión del binomio miedo-hombre, cuando dejó escrito lo de: “El día que yo nací, mi madre parió dos
gemelos: yo y mi miedo”.
El miedo, esa larga sombra que
viaja siempre con nosotros, que así me lo imagino o quiero imaginar, y que no
creo que ya cambie mucho a estas alturas, poco imaginativas, de mi vida.
Otros cambios
Lo que sí ha cambiado con el
tiempo y por fortuna, es el número de asistentes que tienen la deferencia de
venir a escucharme, más que a oírme, la mayoría de las veces. Se lo expreso así
porque resulta que ha aumentado, no mucho, mucho, ésa es la verdad, pero ha
aumentado y además me escuchan. Estará conmigo que poco más se puede pedir. Así
que, qué quiere. Se lo cuento tal cual lo siento, que cada uno es cada cual, y
tiene su corazoncito con su rincón para la vanidad.
Lo que también han aumentado en
estos años, es el número de instituciones que han tenido y tienen la gentileza
de invitarme como conferenciante: ateneos, bibliotecas, institutos de
enseñanza, asociación de mujeres, centros culturales, clubes deportivos, sociedades
científicas, en fin, las propias en estos casos.
Y por último, hay algo más que
ha cambiado, en este caso relacionado con mi propia mismidad académica, con mi personal
idiosincrasia divulgadora. Me explico. Como seguro se habrá dado cuenta al
asistir a uno de estos actos, hay oradores que llevan la conferencia memorizada
de la “a” a la “z” y la repiten ‘de pé a
pá’ tal cual. Lo que no está nada mal.
Otros por el contrario la
llevan escrita y la leen con puntos y comas, salpicándola con alguna que otra
improvisada acotación, bien aclaratoria de un matiz o bien
humorística, para distendir. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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