(Continuación) Según esta hipótesis lo
paradójico de estos acertijos radica en la vulneración de una o algunas de las máximas de conversación, que son
aquellas condiciones (hasta cuatro según Herbert
Paul Grice, 1975) que describen
cómo ha de ser lo que se dice en una conversación, para que ésta sea lo más
precisa y menos ambigua posible.
Unas máximas (de cantidad, de
veracidad, de relevancia y de modalidad) que todos los participantes deben
cumplir para que se produzca una conversación
coherente o leal, y cuyo incumplimiento
puede desembocar en una sanción social como la del enigma parental. De forma
resumida estas cuatro (4) máximas se pueden describir así:
1. Máxima de cuantía o de cantidad. Hay
que dar la cantidad de información adecuada, entendida esa adecuación como que su
contribución contenga tanta información como se requiera, pero no más de esa.
2. Máxima de veracidad o de cualidad. Se
contarán hechos verdaderos, de modo que no se afirme ni aquello que se crea que
es falso ni tampoco nada de lo que no tenga pruebas suficientes.
3. Máxima de relevancia o de relación. No
se debe ocultar nada de lo principal, que lo que diga en su momento tenga auténtica preeminencia.
4. Máxima de modalidad o de modo. En dos
palabras, sea claro, o al menos inténtelo. Sea breve y ordenado y evite
expresarse de manera ambigua y oscura.
Cuatro condiciones de las que al menos
tres no se cumplen en nuestro caso. La primera, al ofrecer menos información de
la que se tiene, pues al decir “una eminencia” oculta el sexo de esa persona.
La tercera, ya que silencia el dato relevante de que se trata de la madre. Y la
cuarta, pues es deliberadamente ambiguo.
Así que ya lo ven. Y como ocurría en
las cantinas del Lejano Oeste, en las que se recordaba a los forajidos que
estaba prohibido disparar al pianista, en este enigma les pido que no disparen ni
a las palabras ni al lenguaje sin antes haber mirado la realidad de su
alrededor.
Y que vista a través de la parcialidad implícita de las conexiones
neuronales de nuestro reptiliano cerebro
inconsciente, nos hace no acertar a la inmensa mayoría de nosotros, en muchos
de estos casos “enigmáticos” que nos plantean. Y ojo que utilizo el pronombre ‘nosotros’
como masculino genérico, porque está
más que documentado que también las mujeres, incluidas las más feministas, tienen
un sesgo sexista hacia otras mujeres.
Recuerden el “¡Qué horror! ¿Esto le
pasa a más gente?”, cuando se enteran de la respuesta correcta, que el médico
es la madre del hijo, que ella es la cirujano.
Para ir cerrando lo que les quería
contar del enigma de los dos padres, en la siguiente y (espero) última entrega,
les intentaré diferenciar el inconsciente
del subconsciente, por la que un
lector mostró interés, y les escribiré unas líneas sobre la pragmática. (Continuará)
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