viernes, 24 de julio de 2009

“Un pequeño paso...”

(Continuación) Tras el breve repaso de las misiones a la Luna, volvemos a la primera, a la Apolo 11.

Una vez alunizado y tras varias horas de preparación para la salida, el astronauta Neil Amstrong ya estaba listo para descender sobre la superficie lunar.

A punto de hacerlo dijo: “Estoy al pie de la escalerilla. Las patas del Águila sólo se han hundido unos centímetros en la superficie. Parece ser de grano muy fino, cuando se la ve de cerca. Es casi un polvo fino, muy fino. Ahora salgo de la plataforma”.

Al poco descendía de la nave y dejaba la primera huella humana sobre la superficie lunar. La de su pie izquierdo. Quizás la huella más importante de la historia humana. Eran las 4,57 h del día 21 de julio de 1969 en España.

Fue entonces cuando pronunció su frase más famosa: “Este es un pequeño paso para el hombre, pero un paso de gigante para la Humanidad”. Famosa y polémica. Verán por qué les digo esto.

Aunque antes les diré la que pronunció el segundo hombre en bajar, en dejar su huella, Buzz Aldrin. Fue menos solemne pero, para mi gusto, quizás, más expresiva. Se limitó a decir: “Bonito, bonito. La Luna es una magnífica desolación”. Breve y conciso. Aldrin, un hombre de pocas palabras, a lo que se ve.

Los astronautas permanecieron 21 horas y media en la Luna. De ellas dos y media andando sobre la superficie lunar y recogiendo casi 22 kg de rocas que se trajeron.



“Un pequeño paso...” : La historia de una equivocación
Les había dicho que lo de “Este es un pequeño paso…” terminó siendo una frase polémica y famosa. Polémica porque, si se escucha, es como un poco absurda. Y lo es porque se compone de dos afirmaciones que, juntas, resultan contradictorias. Me explico.

Cuando dice “para el hombre”, está empleando el masculino genérico, un sustantivo colectivo con el que se está refiriendo a toda la especie humana, es decir, a la Humanidad. Por lo que el dichoso paso es, primero pequeño porque lo da el hombre, y gigante después porque lo da la humanidad.

Pero ambos términos “hombre” y “humanidad”, en este contexto, representan a lo mismo. Por lo que no puede ser. O es uno o es otro. Pero no los dos a la vez.

Lo lógico es que hubiera dicho “Este es un pequeño paso para un hombre, pero un paso de gigante para la Humanidad”. Y no “Este es un pequeño paso para el hombre,…”

Y es famosa porque la frase la escucharon 500 millones de personas, que no comprendían qué había querido decir el astronauta.

De hecho la NASA, en los meses siguientes, recibió miles de cartas y llamadas preguntando qué había dicho. Natural.

Se analizó una y otra vez la cinta y siempre parecía escucharse lo mismo: “That's one small step for man; one giant leap for mankind”. Ergo, el paso era “del hombre” y no de “un hombre”, ya que faltaba el artículo inglés “a”.

Todo hacía pensar que Armstrong, llevado sin duda por la emoción del momento, había cometido un error sintáctico. Se había comido el “a”, que debía preceder a “man”, convirtiendo así sus, más que ensayadas, palabras en un grandilocuente y tautológico sinsentido. Un comprensible error humano…


… Que a lo mejor no lo fue
Un error que él nunca llegó a reconocer del todo. Aunque al principio lo admitió:“¡Diablos, he metido la pata hasta el fondo!”, después daba marcha atrás afirmando que, su no audición, bien podría haberse debido a las interferencias o a un fallo en la transmisión.

¿Equivocación humana?, ¿fallo técnico? No se podía saber quién tenía razón. Por lo que la NASA tomó una solución salomónica. Apoyó al astronauta, sin desprestigiarse ella misma.

Decidió que, en todos sus documentos, apareciera la “a” entre corchetes, indicando de esta forma la posibilidad de su existencia pero, sin seguridad: “That's one small step for [a] man; one giant leap for mankind”.

Una solución temporal, de conveniencia, que agradó a todos. Ya saben. La razón para todos, a fuer de no tenerla ninguno.

Nuevos análisis
Pero he aquí que, en octubre de 2006, casi cuatro décadas después, las nuevas tecnologías parecen aportar nuevos datos.

S. Ford, un experto informático australiano -utilizando un sofisticado software de edición de sonidos, diseñado para medir el tiempo que dura cada palabra pronunciada-, dice haber descubierto, en la cinta original, el famoso artículo “a”.

Aquél que no se escuchó en la Tierra, pero que Armstrong afirmaba haber pronunciado en la Luna, a algo más de 384 000 km. Estaba ahí, sólo que no era fácil de detectar.

Según los resultados de esta nueva técnica de interpretación de audio, la palabra fue dicha en tan sólo treinta y cinco milisegundos (35 ms). Un tiempo diez veces más rápido del que hubiera sido necesario para ser audible en el planeta, con la tecnología de la época. Pero estar, estaba.

El rastro de la voz, ahora digitalizada, así lo evidenciaba. Él era la prueba de su existencia y, su corta duración, el motivo de que no se hubiera transmitido bien.

Ésa era la razón de que, ahora sí, todos la tuvieran. Ni que decir que el astronauta quedó encantado.

Un último apunte antes de finalizar. No es ésta la única frase polémica de Armstrong. En los mentideros astronáuticos se habla de otras palabras más, digamos, picantes.

Es una historia que tiene que ver con el sexo oral. Aunque ahora no recuerdo bien si era sexo hablado u orado. Mejor lo dejamos para otra entrada. (Continuará).

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