Esta entrada apareció publicada el 24 de octubre de 2025, en el semanario Viva
Rota, donde también la pueden leer](Continuación) Esa gran
epifanía producida por una febril excitación que le invadió la madrugada del 10
al 11 de noviembre de 1619 y que, como relataría el propio francés en su Discurso
del Método de 1637, mientras dormía le revelaron las bases de su sistema
filosófico: el método matemático y el principio del ‘cogito, ergo sum’. Bueno,
también está el “aceptado mito de la mosca” que quiero suponer se refería a la común
(musca doméstica) y a su supuesta influencia en tan decisiva aportación
que unió álgebra y geometría al proponer un sistema para representar puntos y
figuras geométricas mediante números en un plano; hablamos naturalmente de las
coordenadas cartesianas y con ellas de la geometría analítica.
Es un año después de la
noche
de los tres extraños sueños consecutivos, en 1620, cuando
conoció en Ulm al entonces famoso maestro calculista ulmense
Johann
Faulhaber (1580-1635), matemático y topógrafo que nació y murió en esta
ciudad y colaboró con
Descartes en temas como la suma de potencias de
enteros o la solución de ecuaciones algebraicas. Introductor en Alemania de los
logaritmos decimales del
clérigo y matemático inglés
Henry Briggs (1561-1630), fortificó
ciudades como Basilea y Fráncfort, construyó ruedas hidráulicas y diseñó
instrumentos geométricos para el ejército. También colaboró con
coetáneos como el
astrónomo y matemático alemán
Johannes Kepler (1571-1630) y el
matemático alemán
Ludolph van Ceulen (1540-1610) y, tanto llegó a ser su
prestigio que incluso
el destacado matemático y científico suizo
Jacob
Bernoulli (1654-1705) lo refiere en su póstumo e inacabado
Ars
Conjectandi (1713). Vamos que el tal Faulhaber está pidiendo a gritos un
“ciencias a la roteña” a la voz de ya.
Y abandonamos el siglo XVII
para retroceder hasta el XVI y encontrarnos con
Agatha Streicher (1520-1581), considerada como la primera médica
en Alemania y que, además, para los intereses que nos traen nació, vivió y
murió en
Ulm. Donde tuvo que estudiar de manera particular y ser nombrada
“médico no académico”, con permiso para ejercer sólo en la práctica privada.
Sin embargo, su prestigio profesional fue tal que, de todas partes,
personalidades de la época acudían a Ulm para recibir tratamiento, en especial
el remedio que ella misma fabricaba para los cálculos de vejiga; de hecho, fue
llamada para tratar la enfermedad de gota severa que sufría el emperador Maximiliano
II, sí, el mecenas del pintor
Arcimboldo de
‘Los cuatro elementos’
y
‘Las estaciones’. Y hasta aquí el vínculo de científicos relacionados
de una forma u otra con la ciudad, a lo largo de cuatro siglos y de la mano de
cinco seres humanos: Streicher, Faulhaber, Descartes, Abbt y Einstein. Sí, solo
una mujer entre ellos.
‘La mujer es de intelecto fino, mas el hombre
prudente no la deja estudiar’, 1739.
Laura Bassi.
[*] Introduzcan en
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cursiva,
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