(Continuación) Pero hasta entonces, el naturalista y fraile agustino ya había realizado toda una serie de experimentos sobre la hibridación de plantas que, si bien su significado pleno no se entendió hasta varias décadas después, en ellos ya estaban las claves para comprender a nivel celular la reproducción de los seres vivos.
Y no es que con anterioridad no se hubieran realizado
estudios de relevancia acerca de la hibridación vegetal, que los había, sirvan
de ejemplo: en siglo XVIII, los llevados a cabo por Kölreuter, W.
Herbert, C. C. Sprengel y A. Knight, y ya en el siglo XIX,
los de Gärtner y Sageret (1825).
Una serie de trabajos más o menos culminados por Ch.
Naudin (1815-1899) y, sobre todo por Gregor Mendel (1822-1884),
nuestro protagonista.
Mendel y
Darwin
En cuyos estudios ya hay una primera respuesta a la gran pregunta que el gran Charles Darwin (1809-1882), descubridor que las especies cambian al adaptarse a las nuevas circunstancias de los medios en los que viven, no pudo contestar: ¿cómo se transmitían los caracteres hereditarios de generación en generación?
Se da la circunstancia de que fueron coetáneos, aunque no
se llegaron a conocer, si bien hay constancia de que Mendel poseía una
copia personal de El origen de las especies (1859) de Darwin y que
estuvo influenciado por su lectura.
No obstante, los experimentos del monje fueron al
principio marginados por los darwinistas, quienes afirmaban que sus
descubrimientos eran irrelevantes para la teoría de la evolución; de
hecho, él mismo, parecía estar de acuerdo: “He visto todo el trabajo allí, y
cuanto más lo veo, más estoy convencido de que el mendelismo no tiene
nada que ver con la evolución”.
Pero claro, queda el interrogante: ¿qué habría ocurrido de haber contactado ambos hombres? Quizás ahora lo hagan pues le recuerdo que a escasa distancia y paralela a la calle Gregor J. Mendel en la que estamos, tiene la suya el creador de la teoría de la evolución por el mecanismo de la selección natural, el señor Charles Darwin, que ya se imagina pronto traeremos a este “De Ciencia por Sevilla”.
“Padre
de la Genética”
Mendel murió el 6 de enero de 1884 a causa de
una nefritis crónica, complicaciones cardíacas y renales, y lo hizo no solo completamente
olvidado sino lo que es peor aún, ignorándose su aportación por el mundo
científico de la época, a pesar de que él lo tenía claro.
“Mis estudios científicos me han brindado una gran
satisfacción, y estoy convencido de que no pasará mucho tiempo antes de que
todo el mundo reconozca los resultados de mi trabajo”. Como así fue pues está
considerado hoy día como una de las más personas más relevantes de la historia
de la ciencia, quizás entre los cinco primeros más influyentes en la Humanidad.
(Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
[**] El original de esta entrada fue publicado el 13
de mayo de 2024, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario
digital Sevilla Actualidad.
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