(Continuación) Constituida por médicos con inquietudes artísticas (literaria, histórica, pictórica, etcétera) fue fundada en 1989 en Sevilla, de modo que este año celebra su trigésimo quinto (35.º) aniversario.
A lo largo de su existencia ha propiciado la edición de
libros (ensayos, científicos, novelas, históricos, cuentos), realizado diversas
exposiciones de pintura, fotografía y escultura, y organizado diferentes
jornadas sobre ciencia y arte, o sea humanidades.
Tiene su sede en el Real e Ilustre Colegios de Médicos
de Sevilla, Avda. de la Borbolla 47, allá en el barrio de El Porvenir
(41013) y su nombre es en honor, claro, de Nicolás Monardes Alfaro
(1508-1588).
Y como estamos de reconocimientos, no le he referido un
par de ellos que el sevillano
recibió, ya en la segunda mitad del siglo XVIII, nada menos que de manos del
naturalista, botánico, zoólogo y científico sueco Carlos Linneo (1707-1778).
Monarda
y monardella
Linneo, considerado fundador en 1735 de la moderna taxonomía -clasificación de los seres vivos mediante un sistema de nomenclatura binomial, es todo un clásico de la nomenclatura científica de las especies animales y vegetales- tuvo a bien bautizar con el apellido del sevillano dos plantas originarias de América, la monarda y la monardella.
De la primera decirle tan solo que se trata de un género
de plantas labiadas al que pertenecen algunas tan conocidas como el tomillo, el
romero, el espliego, la menta o el orégano, y hasta aquí, porque no sólo en el
terreno científico es reconocido nuestro médico renacentista.
También dentro de la literatura aparece por méritos
propios, al figurar en el Catálogo de Autoridades de la Lengua de la Real
Academia Española, donde no aparece cualquiera, no crea; no fue Nicolás
Monardes en su tiempo un personaje de segunda fila, nada más lejos de la
realidad, otra cosa fue lo que trajeron los nuevos tiempos.
‘Gran
catarro’ y peste (1580-1582)
El de ‘Gran catarro’ o ‘Influenza’ son los nombres con los que se denominó a una afección epidémica proveniente de Asia que entró en España por el norte y se fue cebando en las ciudades más pobladas, alcanzando también a Sevilla.
Fueron miles de personas las que fallecieron por su
causa, llamándosele también a 1580 el “año del moquillo” a partir del cual, la
situación epidémica fue evolucionando hasta llegar a nuestra ciudad ya en forma
de peste.
Influenza y peste, dos afecciones que,
aunque diferenciadas, resultaron igual de letales para la población no solo por
el escaso desarrollo de conocimientos de la medicina y la farmacia en aquel
entonces, sino por los pocos médicos que había. Y que, para más inri, solían contarse entre las primeras víctimas al estar
en contacto directo con los enfermos. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
[**] El original de esta entrada fue publicado el 18
de marzo de 2024, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario
digital Sevilla Actualidad.
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