Con sus 295 m de longitud esta calle arranca en la vía de Leonardo da Vinci y a ella confluye la de Max Planck al NO de la ciudad, en unos terrenos conocidos como La Cartuja o la Isla de la Cartuja (41092).
Una zona que recibió dicho nombre por encontrarse en su parte meridional el Monasterio de la Cartuja de Sevilla, antiguo monasterio cartujo de Santa María de las Cuevas, y un lugar que, por otra parte, acogió a la Exposición Universal de Sevilla 1992.
También conocida de forma popular como Expo '92 o simplemente la Expo, no es la primera vez que aparece en esta tribuna periodística, semanal, digital y, pretendidamente, divulgadora de lo científico.
Johannes
Gensfleisch (1400-1468)
Ése era en realidad el apellido del maguntino, Gensfleisch,
por el que se le conoce, Gutenberg, no es más que el nombre de una casa
propiedad de su padre, un rico patricio dedicado a la orfebrería, y que él
terminó adoptando. Ha de saber que gran parte de su vida está envuelta en el
misterio, y eso que es el gran artífice de la accesibilidad y la expansión del
conocimiento, una paradoja sin duda.
Empezando por la fecha misma de su nacimiento que se
desconoce, se estima que fue entre 1394 y 1404 aunque de manera simbólica, en
1900, se escogiera como fecha de cumpleaños oficial el 24 de junio de 1400.
Los hechos aislados que salpican su vida y de los que hay
registro, hablan de un artesano emprendedor, ‘de casta le viene al galgo ser
rabilargo’, que tuvo que reinventarse varias veces en su vida tras fracasar,
por motivos diferentes, en algunos de sus negocios.
Sabemos que en 1437 inventó un novedoso sistema para pulir piedras preciosas y que un año después, con un par de socios, fabricaba espejos para los peregrinos, un negocio que por motivos que no hacen al caso no marchó bien.
Pero a la vez, y de manera secreta y reservada, Johannes
trabajaba en otra actividad a la que llevaba tiempo dándoles vueltas: un
procedimiento que permitiera fabricar libros de manera mecánica, mediante
caracteres metálicos.
Una imprenta capaz de elaborar un libro tan
hermoso y perfecto como los más soberbios manuscritos de la época, y que a la
vez reprodujera varias copias en menos de la mitad de tiempo de lo que tardaba
en hacerlo el más rápido de todos los monjes copistas del mundo cristiano.
Unas copias que además no se diferenciarían en absoluto de las manuscritas por ellos; una maravilla de invento, vamos.
Antes de
Gutenberg
Por ponerle en antecedentes, en Europa durante siglos no
se conoció otra forma de reproducción de textos que la copia manuscrita
realizada por escribanos, monjes y frailes, que trabajaban básicamente en los
escritorios de los monasterios y por encargo del propio clero, reyes, nobles o
gente adinerada. Un proceso por tanto lento, de años, de escasa difusión y muy,
muy, costoso. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
[**] El original de esta entrada fue
publicado el 24 de julio de 2023, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA,
del diario digital Sevilla Actualidad.
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