miércoles, 26 de julio de 2023

Triángulo de las Bermudas. Siglo XX: Otras causas

(Continuación) Sin duda a estos “científicos-resuelve-misterios” -en mi memoria los veo ataviados con chaleco de “Coronel Tapioca”, ya sabe, esos con muchos bolsillos y sin mangas- les habría venido bien leer a algún que otro clásico, si hubieran estado algo interesados en conocer la verdad, claro.

Marchando una de clásicos para el triángulo

Como el filósofo francés B. Fontenelle (1657-1757) cuando nos dice, ‘Antes de explicar los hechos es necesario comprobarlos: de este modo se evita el ridículo de encontrar la causa de lo que no existe’. Pues sí, es lo que en psicología se conoce como un prejuicio cognitivo, una distorsión que afecta a la percepción que tenemos de la realidad.

O al polímata suizo Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), cuando adjudica a sus colegas filósofos el defecto de “negar lo que es y explicar lo que no existe”, tres cuartos de lo mismo como quien dice, a la hora de despachar.

Esta última es la misma frase que utiliza el escritor estadounidense Edgard Allan Poe (1809-1849), como colofón de su relato Doble crimen de la calle Morgue, con la que ilustra la tozudez del prefecto de Policía de París, un tipo brillante pero equivocado que pone sus virtudes al servicio de una conjetura posible, verosímil, y sin embargo errónea.

Entre Berlitz anda el juego

Por cierto, de Charles Berlitz no le he dicho que apostaba por la explicación atlante más que por la extraterrestre, él imaginaba que en la región de marras existían “grandes complejos de energía, antiguas máquinas o fuentes energéticas de una civilización anterior, que yacen en el fondo del océano”.

Y que para darles vigencias suponía que “incluso ahora podrían ser ocasionalmente accionadas por aviones que, al sobrevolarlas, crean torbellinos magnéticos y provocan perturbaciones magnéticas y electrónicas”, et voilà.

Por cierto, nuestro escritor de lo paranormal tuvo un abuelo que quizás le suene, el pedagogo estadounidense de origen alemán Maximilian Berlitz (1852-1921), creador de un método de enseñanza de idiomas, para instruir a alumnos con los que no tenía un idioma en común.

Un método “directo” que consiste esencialmente en asociar la visión de un objeto o de una acción con las palabras que los designan, y que continúa siendo uno de los más cómodos y efectivos cuando se trata de adquirir el vocabulario de la vida práctica. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

 

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