sábado, 24 de junio de 2023

DCPS. Calle Galileo (2)

(Continuación) El caso es que por aquellos entonces él no lo tenía claro pero su padre sí: quería que fuera médico por lo que, en 1581, lo inscribió en la Universidad de Pisa para estudiar medicina, filosofía y matemáticas, siendo en esta disciplina donde en realidad se inició, dicen que por pura casualidad ¿serendipia?, su vocación científica.

Se convirtió en un ferviente discípulo de Pitágoras, Platón, Arquímedes y diametralmente opuesto a Aristóteles, o mejor dicho al aristotelismo; es cuando nace una de las jugosas leyendas, ésta asociada a un oscilante sucedido, que acompañan su biografía humana, profesional y científica.

Leyenda de la Catedral de Pisa

Cuentan que aconteció cierto día de 1581, mientras nuestro joven aspirante a médico escuchaba misa, al observar cómo las grandes lámparas que colgaban del techo oscilaban, movidas por las corrientes de aire: lo hacían describiendo, unas veces, grandes arcos y otras tantas, arcos más pequeños.

Algo evidente para todos, que cualquiera podía ver y sin nada por tanto de particular de reseñar, pero es que Galileo, con diecisiete años, se fijó en otro algo que los demás no habían visto, y tuvo una idea.

Se tomó el pulso y empezó a contar cuántas pulsaciones duraban las oscilaciones, tanto las amplias y rápidas como las pequeñas y lentas, y con gran sorpresa comprobó que era el mismo para todas: ¿cómo iban a tardar lo mismo, siendo tan diferentes en sus desplazamientos?, increíble pero cierto.

Sin ser muy consciente de ello el joven había descubierto la ley del péndulo y, de alguna manera, se estaba ya barruntando lo que hoy conocemos como ley del isocronismo del péndulo. Pero no dejó ahí el asunto y le dio un par de vueltas de tuerca al tornillo arquimédico de su ingenio.

Midiendo el paso del tiempo

Si el péndulo oscilaba con perfecta constancia y uniformidad o, por así decirlo, dividía el paso del tiempo en pequeños fragmentos iguales, era evidente que estaba ante un nuevo y revolucionario método para medir el tiempo, la cuarta dimensión.

Si había utilizado su propio pulso, número de latidos cardíacos por minuto, para cronometrar al péndulo, también podría utilizar a éste para medir el pulso humano. Genial. Dicen que como alumno comunicó el hallazgo a sus profesores, pero que la cosa quedó ahí.

A resultas de esta aventura Galileo nunca llegó a obtener el título de médico y hay división de opiniones al respecto del porqué: para unos la familia no tenía dinero para que prosiguiera sus estudios; para otros la verdadera razón estribó en su propia falta de interés por esta disciplina.

No en vano había sido conquistado ya por las matemáticas y la física, ‘El gran libro de la naturaleza está escrito en lenguaje matemático’. (Continuará)

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

[**] El original de esta entrada fue publicado el 13 de febrero de 2023, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA, del diario digital Sevilla Actualidad.

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