(Continuación) Tras un año pasado en la zapatería, su padre consideró conveniente hacer un pacto: si estudiaba el bachillerato y la carrera le pagaría unas clases de dibujo; y hete aquí que con quince años Santiago recibía sus primeras clases pagadas por su padre, quien lo hubiera pensado. Y así pasó el bachillerato.
Vistos hoy con la perspectiva que da el tiempo, ambos compartían la misma e impresionante memoria visual que utilizaban, eso sí, para fines distintos: uno para recordar los textos médicos leídos, otro para reproducir los detalles gráficos observados.
Dibujo, medicina y más dibujo
Con
diecisiete años Santiago se matriculó en la Facultad de Medicina de Zaragoza, y
aunque seguía sin querer ser médico, mejor dicho, sin querer ejercer la
medicina, para su sorpresa, en el ínterin de la misma, descubrió que la ciencia
no era incompatible con el arte.
Aquella también espoleaba su imaginación como lo hacían el dibujo, la lectura, era un ávido lector de aventuras, y la escritura, ya era un incipiente escritor de historias de ficción. Además, en un nuevo giro de la relación con su padre comenzó a diseccionar cuerpos con él y descubrió la disciplina de la anatomía, y con ella redescubrió el dibujo pues ahora hacía lo propio con plexos, ganglios y tendones.
De
modo que en su etapa universitaria se hermanaron arte y ciencia, devoción pictórica y pasión por la observación anatómica, siendo unos
años en los que haría cientos de bocetos a lápiz e ilustraciones con acuarelas.
En
este sentido su hermano Pedro llegaría a decir, “entró en el castillo de la
ciencia a través de la puerta del arte” y sin duda alguna con dicha entrada el
duelo paterno-filial acababa en tablas: se licenció en medicina con veintiún
años, pero no dejó nunca de pintar.
Generación de Sabios
Después se haría médico militar, iría a la campaña de Cuba, se casaría y, sobre todo, descubriría el microscopio y a través de él las células, con lo que se reforzaría aún más el lazo con el dibujo, cerrándose su particular ciclo.
Estos
son, a modo de prontuario, los comienzos de Ramón y Cajal, un niño que nació hace 170 años, se crio entre labradores analfabetos,
fue un desastre en sus estudios primarios, trabajó un año de zapatero remendón
y acabó estudiando medicina.
Un genio a la altura misma de Einstein y Darwin, que brotó de la nada en el páramo científico de la España del siglo XIX para convertirse en la cabeza visible de la llamada Generación de Sabios, expresión con la que es conocida el grupo de científicos españoles de la década de 1880.
Auténtico comienzo de la ‘Edad de Plata’ de nuestra ciencia y de la que Santiago Ramón y Cajal fue arquetipo de científico, uno provisto de un microscopio, lápiz y papel con los que observar y dibujar las neuronas, “las mariposas del alma cuyo batir de alas, tal vez algún día pueda revelar los secretos de la mente”. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
[**] El original de esta entrada fue
publicado el 26 de diciembre de 2022, en la sección DE CIENCIA POR SEVILLA,
del diario digital Sevilla Actualidad.
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