(Continuación) En el texto, al igual que hiciera Franklin siglo y cuarto antes, William Willett analizaba el gasto que suponía no aprovecharse de la energía de los rayos solares y proponía un cambio fundamental en la forma de vida de los ciudadanos.
‘Si reducimos en 20 minutos la
duración de cuatro domingos, pérdida de la que prácticamente nadie sería
consciente, tendremos 80 minutos más de luz diurna a partir de las 6 de la
tarde todos los días de mayo, junio, julio y agosto […]
Por
tanto, me atrevo a proponer que a las 2 de la mañana de cada uno de los cuatro
domingos de abril, la hora estándar se adelante 20 minutos; y cada uno de los
cuatro domingos de septiembre, se retrase 20 minutos. […] No perdemos nada y
ganamos sustancialmente. Después de habernos decidido a conformarnos, en cuatro
ocasiones, con un domingo de 23 horas y 40 minutos’.
‘El horario de verano’: Willett y
Pearce (propuesta)
O sea que para remediar tal desperdicio lumínico, sugería ocho cambios horarios al año: cuatro adelantos de veinte minutos (20 min) cada uno, durante los domingos de abril; y otros cuatro retrasos de los relojes del mismo valor, que se llevarían a cabo en los domingos de septiembre, con lo que se volvería al horario normal. No era mala idea.
No lo era en absoluto pues
el cambio: se hacía de forma escalonada, por lo que no resultaba brusco;
suponía ochenta minutos (80 min) extras de luz solar, entre los meses de abril
y octubre; y se llegó a estimar un ahorro de dos millones y medio de libras esterlinas
(2 500 000 £) en gastos de iluminación.
O sea que bien, se mirara
por donde se mirara. Tan claro lo tenía el constructor que empleó su propio
dinero para difundir la idea y hasta la puso en conocimiento del Partido
Liberal, una propuesta cuyo miembro en el Parlamento Robert Pearce aceptó. Probablemente fue uno de los primeros defensores en el Parlamento Británico
del horario de verano.
‘El horario de verano’: Churchill
(rechazo)
Pero quien lo defendió como proyecto de ley de ahorro de luz diurna, en la Cámara de los Comunes el 12 de febrero de 1908, fue un joven Winston Churchill que con ardor llegó a decir: “Un bostezo extra en primavera y una cabezadita extra en otoño, es todo lo que pedimos. Tomamos prestada una hora de una noche de abril y la devolvemos cinco meses después con un interés de oro”. Sin embargo. (Continuará)
[*]
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palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información
sobre ellas.
Interesante intrahistoria del 'horario de verano', lo desconocía. Espero que continúe.
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