[Esta entrada apareció publicada el 14 de octubre de 2022, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
“¡Qué grandes se ven las letras del cuento, abuelo!”, es lo que me vino a decir mi nieto Carlos cuando, con cinco años, cogió uno de los ejemplares de lupas que tengo guardados en la mesa del escritorio. “¿Por qué se ven más grandes las letras?”, “¿Hay lupas que las hagan más pequeñas?”, “¿Qué pasa si…? y así hasta, bueno, ya sabe cómo se ponen los niños cuando se interesan por algo.
Naturalmente, como ni su edad era la más idónea desde el punto de vista psicológico, ni el momento el más adecuado desde el pedagógico, nos dedicamos a lo que tocaba, a jugar. A esa iniciática y didascálica manera de aprender aplicando el “método del ensayo”, y así fue cómo supimos con cuáles de ellas se veía más y mejor: cogimos las grandes y las pequeñas, las gruesas y las delgadas, todas las de mano y hasta una de mesa que encontró, tan útil para escudriñar, por ejemplo, mapas cargados de letras y números pequeños. Probamos a ver con los dos ojos abiertos, con uno cerrado, acercando y alejando la lupa al ojo, o acercándola y alejándola al objeto; él es de los que prefiere mantener la lupa cerca del ojo.
Y del cuento pasamos a mirar periódicos, cómics, revistas, libros y hasta la punta de un lápiz que estaba en la mesa para al final, salir a la terraza y observar todo lo que se le ocurrió: hormigas, una rama, hojas de plantas, una lagartija, la tierra de un arriate o el agua de un pequeño charco. Y ocurría que todo lo pequeño, que apenas se veía a simple vista, aparecía grande ante sus ojos; era todo un misterio y no tenía ninguna duda, las lupas tienen poderes. Tan animado le vi que me vine arriba y le enseñé cómo hacer una lupa de agua. Busqué en la biblioteca un libro con la tapa plastifícada, introduje un dedo en un vaso con agua y dejé caer una gota sobre su título, entonces, le dije que mirara a través de ella.
Y volvió a pasar, las letras se veían más grandes, fue entonces cuando le destaqué un detalle: la gota de agua tenía una forma abombada por su centro como la lupa, ahí estaba el secreto de su poder, en la curva que la lupa tenía en sus dos caras y hacia afuera. Por cierto, el libro que por azar escogí lleva por título El sabueso de los Baskerville de Arthur Conan Doyle, que tiene de protagonista al personaje de ficción Sherlock Holmes, un icónico detective cuya imagen está asociada para siempre a un sombrero, una pipa y, naturalmente, una lupa que utiliza para encontrar pistas y pruebas. ‘Elemental, mi querido Watson’. (Continuará)
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ÍNDICE
¿Por qué se ven más grandes las letras? es una buena pregunta.
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