En el césped del estadio me refiero y mientras juegan, entiéndame, no pretendo llegar más lejos que constatar el hecho, lugar y momento, y encontrar una respuesta al mismo, ¿por qué escupen tanto los futbolistas?
La pregunta me servía de despedida, hace ya casi dos meses, de una terna de entregas tituladas como la conocida y futbolera muletilla de ‘La verdad que’, y un amable y avisado lector me ha recordado, vía correo electrónico hace unos días, si me había llegado alguna respuesta a la misma.
Pues no, en esta ocasión no me ha llegado ninguna por lo
que, dejado pasar un tiempo prudencial, le cuento lo que he podido recabar al
respecto.
Un gesto maleducado
Para empezar el hecho es incuestionable. Las cadenas de televisión y las plataformas de pago nos ofrecen casi a diario unas imágenes, captadas por las cámaras durante el transcurso del encuentro, en las que no pocos futbolistas lanzan escupitajos al césped, cuando no a un jugador rival, que también.
Y muchas de ellas en primeros planos lo que, la verdad,
resulta algo asquerosito. No, no es algo que agrade al público que lo
presencia, por ejemplo, Enrique, compañero en la segunda fila de tribuna
de las instalaciones deportivas del RCL, donde solemos ver el futbol
juntos, suelta cada vez que se produce el escatológico acto, un sonoro
“¡maaarrano!”, que rápidamente se ve secundado por otro pronunciado ahora por Paco,
otro buen aficionado, “marraaaano”. Bien, pero ¿por qué lo hacen?
¿Por
qué?, responden los protagonistas
Hace unos cuantos años se realizó una encuesta entre los propios deportistas, uno de los ítems era éste, y lo cierto es que no acertaron a dar una causa concreta para el mismo, vamos que hubo división de opiniones como en los toros.
Desde ya le adelanto que, aunque están publicados todos
los datos, en aras de la discreción me acojo al refrán que refleja una conocida
imagen de la confesión católica, ‘Se dice el pecado, mas no el pecador’.
Y así, la disparidad de respuestas iba, desde un grupo
que lo achacaba a la sequedad de la cavidad bucal (“Porque tenemos la
boca seca”, “Yo no lo hago mucho, solo si se me queda la boca seca”), a otro
que hacía responsable a un catarro (“Estarán acatarrados”, “Yo, porque
tengo catarro”).
Hasta los que deciden hacerse el sueco y negar la
mayor (“No sé por qué se hace. Yo no escupo”), tomarlo con cierto tono
jocoso (“¿Escupimos? No me había dado cuenta”), o ponerse de perfil como
cierto seleccionador (“Vete tú a saber”). (Continuará)
[*]Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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