(Continuación) Y no es una afirmación exagerada la del titular, naturalmente si la sabemos poner en contexto y analizar con perspectiva histórica.
No lo es porque, de esa “noche de los tiempos” -que como expresión grandilocuente bien podría hacer referencia, por qué no, a los finales de 1221, ochocientos años desde entonces-, de esos tiempos oscuros le decía, llegó a surgir el germen de una luminaria. Una de tal intensidad que, transcurridos tres siglos, daría lugar nada menos que a la revolución copernicana.
El
germen, ya se lo imagina, fue el rey Alfonso X, considerado por muchos
como el eslabón entre Ptolomeo y Copérnico, y sus tablas constituyeron la pieza imprescindible
entre modelos del sistema solar, en una larga cadena de sucedidos que continúa
hasta el día de hoy y llamamos ciencia.
Tabulae Rudolphinae, 1627
Pero le decía que lo de los modelos astronómicos, no fue lo único que cambió. El caso es que -con sus más y sus menos, sus idas y venidas- la nueva idea sobre el sistema solar cuajó y, en el primer cuarto del siglo XVII, las tablas alfonsíes eran sustituidas por otras nuevas, conocidas como rudolfinas o rodolfinas.
Elaboradas
por el astrónomo alemán Johannes Kepler (1571-1630), constaban de un
catálogo estelar y las propias tablas planetarias, realizadas a partir de sus
tres leyes de la cinemática celeste, que hacían posible el
cálculo directo de las órbitas de los planetas, sin necesidad de
observación alguna.
Toda
una aportación teórica y científica para la que utilizó los datos registrados
por el astrónomo danés Tycho Brahe (1546-1601), que está considerado como
el más grande observador del cielo a simple vista, es decir, anterior a la
invención del telescopio.
Ah, que no se me olvide. Fue el propio Kepler quien las llamó rudolfinas o rodolfinas, en homenaje al emperador Rodolfo II, bajo cuyo mecenazgo habían trabajado los dos astrónomos.
Un rey ilustrado y astrónomo
Tras
lo expuesto en estas nueve entregas alfonsinas, y a pesar de estar centradas en
su faceta “científica” y sobre todo astronómica, caben pocas dudas de que el
monarca, conocido como ‘el Sabio’, fuera una figura ilustrada en toda la amplitud
del término, que bien pudo anticipar el Renacimiento.
Un
hombre con una insaciable curiosidad por el conocimiento en general, que fue
descrito así en una crónica de aquel tiempo: ‘Un rey escodriñador de
sciencias, requeridor de doctrinas e de enseñamientos’. O sea. Y que en la
historia de la astronomía es una figura de referencia a nivel mundial, no siendo
poco lo que ésta le debe como ciencia. O sea, que. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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