[Esta entrada apareció publicada el 04 de junio de 2021, en la contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden leer]
Es probable que leído a vuelatecla no le suene el palabro del titular y, sólo por si es éste el caso, conste que gramaticalmente hablando es esdrújulo y, científicamente, común en el ámbito médico. Prueba de ello es que el ‘Diccionario de términos médicos de la Real Academia Nacional de Medicina’ lo define como un ‘objeto inanimado que, por estar contaminado por microorganismos, puede transmitir infecciones’.
Sí, fómites, en plural, es otro de los
términos rarunos que nos ha traído el virus coronavirus SARS-CoV-2 y su
pandémica enfermedad COVID-19, junto a gel hidroalcohólico, gotículas,
mascarillas, distancia física o aerosoles. Todos ellos con
desigual fortuna a la hora de arraigar entre nosotros y el de hoy, lo cierto es
que no la ha tenido, ¿por qué?
En epidemiología, fómite es todo tipo de material carente de vida, pero portador de un patógeno, que puede penetrar en nuestro organismo y causarnos una enfermedad. Es decir que hablamos de cualquier material -plástico, metal, tela, cartón, papel o asfalto- y encontrarse por doquier.
Desde el entorno sanitario donde son muy frecuentes,
abundando en objetos como estetoscopios, corbatas, batas, ropa de
trabajo, papel de la cita, catéteres, inyectadoras, tubos
endotraqueales, mascarillas de oxígeno, camillas, asientos de la consulta o
pasamanos de la escalera.
Pasando por otros entornos diarios, con objetos tan
cotidianos como llaves, picaportes, material de escritorio, botones de
ascensor, transporte público, bolsas, ropas, monedas, envases, tickets o
billetes. Hasta llegar, por supuesto, a nuestro propio hogar, no le digo más.
En todo lugar puede haber un fómite con su carga de microorganismos
indisolublemente unida.
Y, ojo, él no produce la enfermedad, no, pero es capaz de transmitirla. Como quien dice, sin vida, pero con patógenos. En este sentido es muy acertado su nombre pues, etimológicamente, significa ‘yesca’, ya sabe, un material seco que es capaz de propagar la energía de una chispa. Bien, pero si esto es así y tan peligrosa su potencial capacidad contagiadora, ¿cómo es que dicho término apenas aparece en los medios de comunicación?
Pues porque las últimas investigaciones han
demostrado que, si bien no imposible, el contagio a través de superficies es
altamente improbable, al tenerse que dar muchas circunstancias concatenadas
para hacerlo viable. Es más, en este sentido, los estudios indican
que las superficies pulidas transmiten más
enfermedades que las porosas, al absorber éstas los microorganismos,
disminuyendo así su transmisión.
De modo que la mayor vía de contagio se produce a
través de la emisión, por parte de personas infectadas, de gotitas o aerosoles
que son posteriormente inhaladas por otras personas. Así que marchando una de
mascarillas, lavado de manos, ventilación y distancia entre personas (vacunas
aparte); sabido es que ‘un virus es un trozo de ácido nucleico rodeado de
malas noticias’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.
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