(Continuación) El pasado año bisiesto lo despedíamos con la concesión del Premio Nobel de Física 2020 a tres investigadores de los agujeros negros, por sus descubrimientos sobre estos fenómenos supermasivos. Un reconocimiento más que merecido tanto por el virtuosismo logrado en sus observaciones como por la intrepidez de sus hipótesis teóricas.
Los galardonados fueron, por un lado, el
británico Roger Penrose (1931), al demostrar su existencia según la teoría
de la relatividad general, TRG y, por otro, el alemán Reinhard
Genzel (1952) y la estadounidense Andrea Ghez (1965), por demostrar
que los agujeros negros son capaces de interferir en las órbitas de estrellas
cercanas.
Es más, los laureados han hallado uno de estos monstruos
cósmicos en el mismo centro de la Vía Láctea, como en su momento se encargó
de anunciar la Real Academia de las Ciencias Sueca en Estocolmo.
De la astrónoma Ghez, para esa triste estadística nobelera que alguna que otra vez hemos enrocado, decir que es la cuarta (4.ª) mujer en ganar este galardón, desde sus comienzos en 1901, frente a los doscientos once (211) hombres que lo han conseguido. Vamos, que echando números no llega ni al dos por ciento, exactamente 1,86 %. En fin.
Fusión
de dos agujeros negros
Es otro (el tercero por ahora de esta lista) de
los grandes hitos científicos de este año. La detección, hace escasamente unos
meses, de la fusión de dos agujeros negros, gracias a la generación de ondas
gravitacionales producidas por dicho fenómeno astronómico.
Unas ondas que han sido registradas por dos
observatorios astronómicos terrestres de radiación gravitacional, el
estadounidense LIGO y el italiano Virgo. Un extraordinario
logro astronómico, fruto de la colaboración de los equipos de investigación de estos
dos grandes proyectos internacionales, en los que participan científicos
españoles como Alicia Sintes (1969).
Gracias a él hemos podido “ver” el choque entre dos agujeros negros del tamaño de ochenta y cinco (85) y sesenta y seis (66) masas solares, hace de esto unos siete mil millones (7 000 000 000) de años, y del que surgió otro agujero de unas ciento cuarenta (140) veces la masa del Sol. Lo que se dice una fusión.
Una fusión fascinante
Una observación de lo más sorprendente, dado el tamaño
de los agujeros negros implicados. Una fusión de dos monstruos, que diría
alguien, y verá porqué le digo esto.
Resulta que, hasta donde sabíamos, estos
enigmáticos cuerpos se forman cuando la masa de una estrella es del orden de unas
tres (3) o cuatro (4) veces la masa de nuestra estrella, de forma que ni
siquiera la fuerza repulsiva generada en los procesos mecano-cuánticos, al
aproximarse a escala atómica núcleos y demás partículas subatómicas, puede
detener la contracción debida a la universal y omnipresente atracción
gravitatoria. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas
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