jueves, 11 de febrero de 2021

Aspirina. Más literatura

(Continuación) Perdone que empiece abriendo un paréntesis, pero es que en el despliegue médico-literario alrededor de la salutífera aspirina, que de forma más o menos cronológica le enroco, no puede faltar el escritor portugués Fernando Pessoa (1888-1935), famoso por la gran cantidad de heterónimos que utilizó a lo largo de su vida literaria (se cuentan hasta setenta y dos). Precisamente con el de ‘Álvaro Campos’ fue con el que escribió en 1931 su Oda al resfriado, la que finaliza con: ‘Excusez un peu… ¡Qué gran resfriado físico! / Necesito la verdad y una aspirina’. Cierro paréntesis.

Por otra parte, cruzo el océano Atlántico, en su novela Rayuela de 1963 el argentino Julio Cortázar (1914-1984), haciendo alusión a “lo que han inventado otros para calmar otras cosas”, pone en boca de La Maga: “Aquí todo le duele, hasta las aspirinas le duelen. De verdad, anoche le hice tomar una aspirina porque tenía dolor de muelas. La agarró y se puso a mirarla, le costaba muchísimo decidirse a tragarla (...)”. Toda una metáfora, a qué dudarlo.

Y el peruano Mario Vargas Llosa (1936), en su relato novelado La ciudad y los perros publicado el mismo año que el del argentino, escribe: “Podría jurarle me estoy muriendo de dolor de estómago, quisiera una aspirina o algo, mi madre está gravísima, han matado a la vicuña, podría suplicarle...”.

Un vocablo el aspirínico, en mayúscula y minúscula, bien corriente en el Nuevo Mundo como así nos la hace ver el cubano José Lezama Lima (1910-1976) en su obra Paradiso de 1966 al relatar: “Regalaba la aspirina, acompañaba al día siguiente del velorio, reconciliaba una pareja para el enfilamiento en el himeneo total”. Himeneo, qué palabra.

Aspirina de “ida y vuelta”

Como los cantes, ya sabe. Supuestamente unos estilos musicales que llegaron a América llevados por emigrantes españoles, donde se transformaron y, con el paso del tiempo, terminaron volviendo a España, con el regreso de aquellos o de sus descendientes.

Seguro que le suena más de uno, son palos flamencos de ida y vuelta como la colombiana, la rumba, la guajira, la milonga flamenca o la zambra entre otros. Pues igual ocurre con este prontuario aspirínico-literario, en el que no se queda atrás el británico Graham Greene (1904-1991) y su insana fidelidad al suicidio quien, en su autobiográfica Una especie de vida de 1971, nos la refiere como uno de los métodos que eligió para matarse sin éxito: “veinte aspirinas y un baño en la piscina del colegio que dirigía su padre…”.

Y en el que nos tropezamos con Abaddón el exterminador de 1974, la última novela del escritor y físico argentino Ernesto Sabato (1911-2001). Y después con el malogrado poeta y guerrillero salvadoreño Roque Dalton (1935-1975), asesinado por sus propios compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).

Dalton finaliza su poema El dolor de cabeza de los comunistas de 1975, con este par de versos: El comunismo será, entre otras cosas, / una aspirina del tamaño del sol”. (Continuará)  

[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.

 

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