[Esta entrada apareció publicada el 31 de julio de 2020, en la
contraportada del semanario Viva Rota, donde también la pueden
leer]
…en una época convulsa”. Cuentan que es lo que Adán le decía a
Eva, mientras eran expulsados del paraíso. Una historia viejuna, casi
tanto como el hombre, aunque la cita no lo sea tanto pues data de principios
del siglo XX y se le atribuye a William Ralph Inge, un conocido defensor
de los derechos de los animales y reconocido teólogo británico, aunque por
razones obvias, dudo muy mucho que el buen hombre estuviera allí para oírlas (¿Qué le dijo Adán a Eva mientras abandonaban el paraíso?) Pero lo cierto es
que bien pudieran ser éstas las palabras con las que nuestro supuesto primer
padre, advirtiera a nuestra primera supuesta madre, a propósito de lo que se
nos venía encima como animales racionales.
Unos tiempos de tribulación intelectual en los
que como seres pensantes, no tardamos en hacernos ciertas preguntas incómodas,
al menos para algunos: ¿Es cierto que fuimos creados de forma expresa por Dios?
¿Cuenta nuestro mundo con, tan sólo, poco más de cuatro mil años de edad? ¿Tenían ombligo Eva y Adán? Son cuestiones de calado con rango de categoría,
bajo cuyas respuestas subyace un interesante dilema que, aún en los albores del
XXI perdura. El que surge de enfrentar dos hechos, creación y evolución,
y los dos pensamientos que las sustentan, creacionismo y evolucionismo.
De un lado una doctrina bíblica según la cual la Tierra fue creada hace
unos pocos miles de años a través de un acto divino, una credulidad que se ha
demostrado errada, luego el creacionismo, además de equivocado, no es ciencia.
Del otro una teoría de la evolución, un cuerpo de conocimientos basado
en el mecanismo de la selección natural, que está sólidamente
fundamentado desde el punto de vista científico. Es decir, el evolucionismo sí
es ciencia cierta. De modo que una y otra, doctrina crédula y teoría científica,
no están en el mismo plano de racionalidad por lo que no se pueden ni deben
comparar. No es justo ni para una ni para otra.
Además, como argumentos, la prueba de algo y
la fe en algo son planteamientos excluyentes ya que o lo demuestro o lo creo.
No, ciencia y creencia suelen ser malas compañeras del viaje racional, por lo
que no deben estar juntas. Sólo cuando acabe una, debe empezar la otra. Como
tampoco está en el mismo nivel de racionalidad su nueva cara que nos quieren
ofrecer, y a la que han dado en llamar creacionismo científico, un error
en el fondo y en la forma. En el fondo, porque es el mismo viejo creacionismo,
sólo que revestido de un supuesto barniz científico, en realidad falsa ciencia
pues debajo subyace una idea pseudocientífica, el diseño inteligente. En
la forma, porque se trata de una expresión poco afortunada, si se fija es un oxímoron
pseudocientífico (¿Qué es un oxímoron científico?)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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