(Continuación) Aunque si hablamos de
ficción pirata, ya de la que va, le diré que de esa misma época de los
yacimientos auríferos californianos y el polémico mineral existente en ellos, y
por aquello del nexo cinematográfico-musical que arrastramos, tengo uno más que
contarle si bien éste empezó fuerte como poema y acabo no tanto como canción.
Un nexo que le cuento unido al mineral de la discordia.
Canción del pirata y pirita
Me refiero a Canción
del pirata (1840), del primer romántico español José de
Espronceda, y que arranca con los más que conocidos versos: ‘Con diez
cañones por banda, / viento en popa a toda vela, / no corta el mar, sino vuela
/ un velero bergantín; bajel pirata que llaman, / por su bravura, el Temido, /
en todo mar conocido / del uno al otro confín.’. En fin, el signo de otros tiempos.
En puridad y por aquello de ser justo con los
nexos anteriores, en este caso el texto lo que exalta es la figura de un pirata
que vive al margen de la sociedad, despreciando convenciones y bienes
materiales, pues su máximo ideal es la libertad. Lo que está bien. De la versión
musicada del texto, en mi prescindible opinión, nada digno de mencionar por lo que,
sin solución de continuidad volvemos a la mina, entiéndase en sentido
metafórico.
Resulta que en estas minas estadounidenses
de oro de mediados del siglo XIX abundaba un mineral, la pirita, de
fórmula química FeS2, que debe su nombre de origen griego
(significa ‘fuego’) al hecho de que al rozarse con metales emite chispas
eléctricas, un fenómeno de lo más interesante, científicamente hablando.
Pero no éste el motivo de aparecer en estas
líneas, sino el de parecerse mucho al precioso metal, sin ser él por desgracia,
ni tan valioso ni tan preciado. De ahí que fuera conocido por razones obvias como
el ‘oro de los tontos’, ‘de los locos’ o ‘de los pobres’, una semejanza que
exigía tener a mano un método rápido y sencillo, a fin de poderlos diferenciar
y ahorrarse así esfuerzos inútiles de extracción y disgustos innecesarios sobre
su valor económico.
Y aquí es donde, de nuevo, entra en escena el
mordisco y la propiedad mecánica de la dureza, entendida como la oposición
que ofrece un material a alteraciones físicas como: penetración, abrasión,
rayado, cortadura y otras deformaciones permanentes.
Escala
de Mohs
De forma práctica sabemos que los materiales
sólo pueden ser rayados por otros de mayor dureza y que el hombre, a lo largo
del tiempo, ha desarrollado diferentes escalas de la misma, siendo la más
conocida la de Mohs.
Propuesta en 1825 por el geólogo y
mineralogista alemán Friedrich Mohs (1773-1839), pasa por ser el primer
intento de establecer un procedimiento para tal fin, que, si bien tiene escaso fundamento
científico, su sencillez tanto de memorización como de aplicación la han
convertido en una de las más utilizadas profesionalmente, por ejemplo, en el
campo de la geología.
Esta escala -basada en el principio de que
un material cualquiera puede rayar a otros más blandos, sin que suceda lo
contrario- es un listado de diez (10) minerales ordenados de forma creciente
por su dureza mediante un número. Empieza por el talco, el más blando que
lleva el número 1, y termina con el diamante al que asignó el número
10. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
¿Qué significa la cita de hoy?: El asno de Arcadia, lleno de oro y come paja.
ResponderEliminar