(Continuación) No
obstante, durante todo el siglo XVI y XVII, el hecho de que por un lado las
monedas en oro y plata se acuñaran sin excesivo control ni rigor, incluso
oficialmente, unido al de por otro lado, la falsificación de las mismas y,
sobre todo, la existencia de ‘habilidosos alquimistas’ que se dedicaban a
raspar los bordes de las monedas a fin de quedarse con los preciados metales y
fundirlos en lingotes, terminaron por causar una grave crisis económica y
financiera en Inglaterra que exigió de una urgente y drástica solución.
Solución que
vino de la mano de cierto profesor de Cambridge a quien se acordó pedir consejo
y que, ya por aquel entonces, gozaba de gran fama y reconocimiento como
científico. Uno cuyo nombre quizás le suene, un tal Isaac Newton (1643-1727),
del que poco hay que decir a estas alturas, aunque haremos un resumen de sus
logros intelectuales a fin de ponerlo en contexto. Abro paréntesis, de lectura prescindible.
Un tal Isaac Newton
Para las fechas de este
sucedido y tras el confinamiento a causa de la peste bubónica de Londres,
el joven Isaac había asentado ya las bases de la teoría de gravitación
universal -con su ley del inverso del cuadrado de la distancia, pudiendo
determinar que es la gravedad de la Tierra la causante de mantener en
órbita a la Luna- y las del desarrollo de la mecánica clásica,
con sus tres leyes del movimiento. Un cuarteto cósmico-legislativo,
dicho sea de paso, de validez limitada, como demostró dos siglos y medio
después otro genio, Albert Einstein (1879-1955).
También había encontrado
la formalización del método de fluxiones, la generalización del
teorema del binomio y verificado, experimentalmente, la naturaleza
compuesta de la luz blanca, formada por todos los colores del espectro. Y
por supuesto desarrollado el cálculo diferencial, un instrumento
matemático imperecedero para poder entendernos con el universo que nos rodea.
Sin duda un confinamiento
de lo más productivo, realizado cuando contaba sólo 23 años de edad, y que tuvo
lugar alrededor de 1666, motivo por el que en ciencias se suele nombrar a ese
año como su año de las maravillas, ‘Annus mirabilis’.
Algo más de una década
después, nuestro hombre publicaba por fin Philosophiæ naturalis principia
mathematica, 1687 (Principios matemáticos de la filosofía natural), o simplemente
Principia, donde recogía sus descubrimientos en mecánica y cálculo
matemático. Sin duda un trabajo que supuso un punto de inflexión en la historia
de la ciencia, pues no en vano está considerada, por muchos, la obra científica
más importante de la historia y él, la mente más poderosa en la historia de la
Humanidad. Cierro paréntesis.
Director de la Casa de la Moneda
Unas actividades científicas
que compartió con otras facetas intelectuales, quizás no tan conocidas por
todos como las de inventor, teólogo y alquimista, siendo ésta última y sus
conocimientos sobre las sustancias químicas las que le permitieron ofrecer
la solución al problema de las monedas.
A su juicio y opinión era
imprescindible que, urgentemente, se iniciara una nueva y exhaustiva reacuñación,
retirando del mercado todas las piezas, recortadas o no y sustituyéndolas por unas
nuevas, unificadas por ley y con un borde que impidiera que pudieran ser
limadas. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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