(Continuación) A la vista queda que en un relato
hiperbreve lo que se silencia, insisto en lo de la elipsis de más arriba,
lo que se sugiere y presupone tiene un peso mayor de lo que se dice o muestra,
pudiendo haber una profunda enseñanza en tan breve enunciado y texto. En mi
opinión, prescindible por otra parte, este género híbrido, mestizo,
concentrado, a caballo entre el poema y la prosa, y que tiene en la literatura
popular su origen y en la transmisión oral su vehículo, tiene futuro.
Ignoro exactamente cuál y si este es comercial, literario
o vaya usted a saber, pero el caso es que lo tiene. Lo veo ideal para estos
tiempos que corren de prisas, inmediatez y espontaneidad, máxime con los
actuales soportes de información en los que un microrrelato puede dar la vuelta
al mundo por Internet.
Hiperbreve
y narrativo
Le sigo sacando botones de muestra, del que ya lleva
camino de ser más bien un desastre de cajón. ‘Crónicas ácidas: Y
Sulfúrico la besó con sus labios nitrosos’; ‘Estadística: En este país
cada vez está muriendo más gente que nunca antes se había muerto’; ‘Reloj de sol: El último átomo de hidrógeno se
transformó en helio. El viajero cósmico de 13 500 millones de años agotaba sus
postreras horas, minutos y segundos. Tic-tac, tic-tac, tic-tac. Y entonces, por
siempre, el reloj se paró’; ‘Ornitología y prosodia: Voy volando’; ‘Cuéntame:
Y fueron 3 por 3 más 3. O sea, una docena’.
Lo dicho, que sea de corta extensión y que cuente una
historia, en eso consiste el minicuento, una conjunción nada fácil de
alcanzar y que usted mismo puede comprobar a poco que lo intente. Ya lo decía
el mismo Pascal, “Redacto esta carta más extensa de lo usual, porque
carezco de tiempo para escribirla más breve”, y no andaba falto de razón el
matemático francés.
Probablemente un microrrelato sea el más difícil todavía
de la literatura, dado que en su caso brevedad no es sinónimo de
superficialidad, y la aseveración de Machado así nos lo muestra cuando
deja caer que, en literatura, lo que se gana en extensión se pierde en
intensidad. De muestra, abro paréntesis, la ‘boutade borgiana’.
El conocido sucedido del maestro en ironía y creador de
mundos herméticos y brumosos, el inefable Borges, cuando, en su último
viaje a Sevilla cuando y ejerciendo de malevo, quiso infravalorar a Antonio, un
poeta grande, disminuyéndolo a la mera circunstancia de ser hermano de Manuel,
un gran poeta. En una conversación vino a decir: “¿Antonio Machado? ¡Ah! No
sabía que Manuel tuviera un hermano”. Por supuesto que la vibórica borgiana
no cuela. Cierro paréntesis.
Sin duda la alta calidad de estos textos destierra
prejuicios como éste o el de la pereza de sus autores, que esa es otra. Pero a
lo que vamos, ¿desde cuándo existen los microrrelatos? ¿Cuál es el primero que conocemos? ¿Y el más conocido? Mientras busco respuestas a estas cuestiones, le
dejo con el amor según Pitigrilli: ‘Un beso, dos besos, tres besos,
cuatro besos, cinco besos, cuatro besos, tres besos, dos besos, un beso’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
No le encuentro mucho significado a estas entradas en un blog, supuestamente, de ciencias.
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