viernes, 22 de mayo de 2020

‘Presencia de ánimo’ de Oscar Wilde (y 2)

(Continuación) Sin embargo, explicó, el miedo de todos constituía un peligro muy real y, dado que sus vidas dependían de que mantuvieran la calma, era necesario que regresaran de inmediato a sus asientos. Todos hicieron lo que se les dijo, sintiéndose muy avergonzados.
Y cuando las salidas quedaron despejadas y todos los asientos fueron ocupados de nuevo, el actor dio un ligero salto sobre las candilejas, alcanzó la platea y se esfumó por la primera puerta a su alcance. Entonces el humo saturó el auditorio, las llamas irrumpieron a cada lado y ninguna otra alma salió con vida del lugar. Es así como podemos apreciar la utilidad de la presencia de ánimo”.
Una auténtica maravilla, ¿no le parece? Por cierto, creo que no le he dicho que todos estos cuentos están recogidos en el libro ‘El arte de conversar’, publicado por Editorial Atalanta, 2007, de él me nutro.
Y para ir acabando le dejo con una cita que me ha llegado a última hora, pero que viene que ni pintada para estos tiempos que nos toca vivir, es del literato inglés John Dryden (1631-1700) y reza así: ‘Presencia de ánimo y valor en la adversidad, valen para conquistar el éxito más que un ejército’.
Puede que así sea, y no ande falto de razón quien fuera uno de los más influyentes poetas de su época, de hecho, la vida literaria en la Inglaterra de la Restauración inglesa llegó a ser conocida como la ‘Época de Dryden’. No le digo más.
Letras, ciencias y epidemia
Él popularizó un tipo de verso endecasílabo, preferido del siglo XVIII y que llegó a ser imitado por un escritor de la talla de Alexander Pope (1688-1744), uno de los poetas británicos más reconocidos del siglo XVIII y autor del famoso, reconocible y conocido epitafio dedicado al genial inglés Isaac Newton (1643-1727), de quien pienso es la mente más poderosa de la que la humanidad tiene constancia. El epitafio nos habla de esta grandeza intelectual:
La naturaleza y sus leyes yacían ocultas en la noche;
dijo Dios “que sea Newton” y todo se hizo luz.
A propósito de los tiempos de contagios de pandemia y virus que corren, tanto Dryden como Newton vivieron confinados (el poeta en Wiltshire y el científico en Woolsthorpe), la terrible epidemia de peste bubónica que sufrió Londres en 1665, de la que hoy sabemos fue producida por la bacteria Yersinia pestis, transmitida por la picadura de una pulga infectada, parásita de las ratas de casa y de campo y que pasaba al hombre cuando el roedor moría.
Por último, un curioso nexo de los que sabe me gusta escribirle. Resulta que tanto el poeta decimonónico cuentista, como el del endecasílabo del XVII, el autor del epigrama laudatorio y la persona motivo del mismo, tienen algo en común: Wilde, Dryden, Pope y Newton están enterrados en la abadía de Westminster, iglesia gótica anglicana del tamaño de una catedral, donde por costumbre son enterradas determinadas personas relevantes de la cultura. Otro sí, ¿cuántos científicos están enterrados en Wetsminster?
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.


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