O sea, el Odio.
De todos los días terribles que en la historia del mundo han sido, uno,
especialmente uno, resultó ser el que más. Fue, aquel en el que el Odio, que
como bien es sabido reina sobre todos los malos sentimientos y peores defectos
que puedan existir, los convocó urgentemente a una reunión, y a ella acudieron
prestos, con curiosidad ¿Cuál podía ser la causa?, se preguntaban los deseos
más perversos y negros que pueden anidar en el corazón humano. Solo hasta que
no estuvieron todos, el taimado Odio no apareció y entonces les espetó: “Los
he reunido aquí porque deseo, con todas mis fuerzas, matar a alguien”.
A pesar de tan
dura afirmación, lo cierto es que los asistentes no se sorprendieron, esa es la
verdad. Era el Odio quien hablaba y, al fin y al cabo, él andaba siempre
queriendo matar a alguien. Ya, pero no es menos cierto que se extrañaron,
preguntándose quién era tan difícil de matar como para que el Odio los
necesitara, eso sí era extraño.
La respuesta
no tardó en llegar: “Quiero que maten al Amor”. Una maliciosa
sonrisa iluminó el rostro de los presentes, dejando ver sus más íntimos y
malévolos pensamientos. Todos querían ser el asesino, pero se les adelantó el Mal
Carácter: “Yo lo haré, en un año el Amor estará muerto. Le provocaré
tanta discordia y rabia que no lo soportará”.
De modo que
quedaron en reunirse de nuevo al cabo de ese tiempo, pasado el cual, oyeron
algo que les dejó tan sorprendidos como decepcionados: “Fracasé. Cada vez
que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salía adelante. Lo intenté
todo, todo”. Era increíble, dijeron los malos sentimientos.
Solo frente a
todos
Fue entonces
cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición quien alardeando dijo: “En
vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Le enseñaré el deseo por la riqueza
y el poder, una tentación que no podrá superar. Seguro que no”. Y empezó un
duro ataque ante el que el Amor se tambaleó, tal fue su despliegue, y casi
terminó sucumbiendo infectado de ambición, pero no se entregó del todo.
Después de
mucho resistirse se pudo reponer, con la fuerza necesaria y suficiente como
para renunciar al deseo desbordado de poder y riqueza. Tras él, y furioso por
el fracaso de la Ambición, el Odio envío a los Celos, quienes burlones y
perversos, inventaron toda clase de artimañas y situaciones para despistar al
Amor, para lastimarlo con dudas y sospechas infundadas.
Y por supuesto
que, confundido y encelado, sufrió, lloró y pensó, incluso, en morir o en
matar, que no es más que otra manera de morir. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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