martes, 7 de enero de 2020

Gas mostaza, iperita e Ypres

Empiezo esta entrada por el final del título y haciéndole una aclaración. Creo que no le he hablado de Rafael, ingeniero electromecánico jubilado del ICAI, persona muy leída y un viejo conocido del Círculo con el que algunas tardes mantengo charlas sobre temas diversos. Y precisamente hace unos días, al preguntarme sobre qué estaba escribiendo y yo empezar a comentarle el maravilloso sucedido futbolero de 1914 en el frente de Yrles, pues que no me dejó continuar.

De forma asertiva y sobre la marcha me empezó a contar, tiene una memoria magnífica, que en esa localidad es donde se había jugado el famoso partido de futbol navideño y, además, se había utilizado por primera vez el gas mostaza como arma química. Es más, me comentó algo que yo desconocía -soy químico de formación-  y es el hecho de que a dicho gas se le conoce también como iperita, por la relación geográfica ¿Qué le parece la aportación del amigo?
En mi opinión, desde el punto de vista cultural creo que es bastante significativa, y desde el particular me resultó de lo más aprovechable pues estamos ante un epónimo científico, y éste es uno de esos nexos que ni puedo ni quiero dejar pasar, ya sabe lo que me gustan. Así que, gracias Rafael, va por ti.
Iperita es un epónimo que viene de Ypres
Siguiendo el rastro de la conversación recordar que fue en la localidad de Ypres, en el noroeste de Bélgica, donde no solo empezó la no oficial, breve y limitada tregua de paz y se jugó el famoso partido de futbol, sino que también fue en sus campos de batalla, donde los alemanes usaron por primera vez el gas mostaza como armamento químico. De ahí que también se le conozca como iperita, un más que dudoso honor para la población, éste del epónimo tóxico.
Y de esta costumbre más que antañona del hombre, de llamar a algunos conceptos, objetos, entes intelectuales o unidades científicas con el nombre de una persona o lugar a modo de homenaje, eponimia, tenemos numerosos ejemplos: el continente América, por Américo Vespucio; la guillotina, por el médico francés Joseph Ignace Guillotin; los hercios (Hz), unidad de la magnitud física frecuencia, por el físico Heinrich Rudolf Hertz; la enfermedad del Alzheimer, por el médico alemán Alois Alzheimer o la iperita por la localidad belga de Ypres. Y ya que estamos, me gustaría comentarles algo acerca de las armas químicas.
Armas químicas y Primera Guerra Mundial
Para empezar le pongo en contexto. A diferencia de las armas convencionales o de las nucleares, cuyos efectos destructivos se deben fundamentalmente a una fuerza explosiva, las armas químicas utilizan las propiedades tóxicas de ciertas sustancias para incapacitar, herir o matar.
Se empezaron a utilizar de forma masiva en la PGM, siendo una importante innovación militar con unos efectos terribles y devastadores, pues se estima que alrededor de 100 000 personas murieron y más de un millón se vieron afectadas de por vida por la acción de estos gases.
De tal gravedad fueron estas consecuencias, fue tal la repulsión y el rechazo que provocaron en el público en general, que la comunidad internacional determinó prohibirlas y erradicarlas, eso sí, con suerte desigual. Ni que decir tiene que el uso de estas armas no fue exclusivo de ningún bando beligerante, pues tanto alemanes, como británicos y franceses, desarrollaron y utilizaron sus propios gases contra las trincheras enemigas. (Continuará)
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva, si desean ampliar información sobre ellas.



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