(Continuación)
Un arma química, este denominado gas mostaza, realmente terrible por diversos
motivos. Para empezar resultó ser de lo más versatil al poderse utilizar en
cualquier estado de agregación de la materia (gas, sólido y líquido). Además, al
no tener olor ni color, era prácticamente indetectable y sus efectos resultaron
terribles no solo porque afectaba a todos los sentidos, sino porque al entrar
por las membranas mucosas provocaba una agónica muerte por asfixia.
Pero es que,
para más inri, se trata de un producto vesicante, de forma que el
simple contacto con la piel humana provoca irritación, ampollas y quemaduras realmente
dolorosas que pueden llegar a la destrucción de los tejidos. Sin duda fue un gas
que en combate se convirtió en la peor pesadilla de cualquier soldado.
Apunte químico bachiller
En
puridad su nombre químico es sulfuro de dicloroetilo,
C4H8Cl2S, y fue sintetizado por primera
vez a mediados del siglo XIX por el químico alemán Victor Meyer (1848-1897),
que sin embargo no descubrió sus terribles efectos en un ser vivo. Este
descubrimiento no llegó, afortunada y desgraciadamente, hasta el siglo
siguiente con la contienda bélica.
Del alemán
indicarle que hizo alguna que otra investigación relevante en química orgánica e
inorgánica y que inventó un aparato para determinar la densidad de los gases
que lleva su nombre. Además fue galardonado en 1891 con la medalla
Davy que concede la Royal Society y que toma su nombre del gran químico
británico del siglo XIX Humphry Davy, sí el hermano de John.
Volviendo
a la nomenclatura del compuesto, sulfuro de dicloroetilo y gas mostaza por ahora,
sepa que también es conocido como agente mostaza, mostaza de azufre o sulfurada y H, HD,
HS y HT por sus distintas denominaciones militares.
En
realidad la expresión ‘gas mostaza’ también se emplea para referirse a
una mezcla de productos químicos de la misma familia (hay mostazas sulfuradas, nitrogenadas),
de modo que en este caso lo correcto sería decir ‘gases mostaza’. Pero a
lo que vamos, en el lenguaje común, la expresión en singular se utiliza de
forma indistinta, tanto para designar a la mezcla como para referirse al sulfuro
de dicloroetilo, cuya producción a gran escala durante la contienda se debió al
químico alemán Wilhelm Steinkopf (1879-1949).
El eponimo iperita
Y como enésima
forma de referirnos a él tenemos la del epónimo ‘ieperiet’, iperita,
en clara alusión a la localidad belga de Ypres donde, como se habrá percatado a
lo largo de estas lecturas, durante la guerra sucedieron varias cosas, por
primera vez y en distintos años (1914, 1915, 1917). Unas primicias maravillosas,
como la tregua y el partido de futbol y otras no tanto como el uso de diferentes
gases venenosos que se probaron allí.
Bueno pues
lo dejo aquí, que como decía mi abuela María lo poco gusta y lo mucho cansa, aunque
consciente de que he dejado vínculos en el aire, como esa posible relación entre
los términos guerra, futbol y cultura. O lo del fuego griego, el papel de
Haber o el de la familia Davy que se me han ido crudos. Por cierto, acabo de caer en la cuenta que fue durante esta guerra, cuando murió el extraordinario científico
inglés Henry Moseley, cuya historia es imprescindible que aparezca en este
negro sobre blanco bloguero, así que es otro imperdible.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
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