Es la llamativa
expresión que en 1993 acuñó Margaret W. Rossiter para referirse a ese particular tipo de ‘prejuicio en contra de reconocer los logros
de las mujeres científicas, cuyo trabajo a menudo se atribuye a sus colegas
masculinos’. Y lo hizo en
honor a la sufragista Matilda
J. Gage quien, a finales
del XIX, fue la primera persona en denunciar la invisibilización de las mujeres
y sus méritos, en diferentes contextos y ámbitos. Incluso llegó a hacerlo en la
propia Biblia.
Sin embargo,
visto en perspectiva, el ‘efecto
Matilda’ no es más que un
corolario, una consecuencia de un sucedido anterior y en el que se inspiró, el bíblico
‘efecto
Mateo’. Una expresión
acuñada por el sociólogo Robert
K. Merton para su ensayo
de 1968, donde describía la menor consideración que recibían los trabajos de
los científicos (hombres) no conocidos, en comparación con los trabajos
similares en importancia, de otros ya consagrados o famosos.
Una
discriminación que ya no es por razón de género como en el ‘efecto Matilda’,
sino por algo tan paradójico como la popularidad del científico en cuestión, y
cuyo nombre tomó del Evangelio de Mateo, donde podemos leer una aseveración de
lo más inquietante: ‘A
todo el que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, aun lo que
tiene se le quitará’. Caramba con el
santo.
Ya, pero es que tampoco
le fue a la zaga el científico, quien resulta que utilizó la tesis doctoral de
una joven de su departamento, Harriet Zuckerman, a la que por supuesto no reconoció la coautoría en el ensayo. Como
mucho su nombre aparece en las notas a pie de página del artículo. Una prueba
de lo perverso e invisible que puede resultar el ‘efecto Matilda’.
El sociólogo sólo
reconoció la coautoría un cuarto de siglo después, cuando Harriet y Robert
contraen matrimonio, ¿coincidencia?, porque han de saber que el año del ‘efecto
Mateo’ es el mismo en el que Merton se separó de su mujer y pasó a compartir su
vida con Zuckerman, ya se sabe que el roce hace el cariño, estamos hablando de
1993.
Precisamente el
mismo año en el que la Rossiter sacaba a la luz el “olvido” del reconocimiento
de él acerca de la autoría de ella, ¿casualidad? ¿coincidencia? Una inacción
que él justificó arguyendo que ambos, en aquél entonces, no fueron conscientes de
las desigualdades de género presentes en la época. Ya, puede ser, o es que ‘a
la fuerza ahorcan’ que diría otro. Mujer, ciencia y discriminación, o del ‘efecto
Mateo’ al ‘efecto Matilda’ sin solución de continuidad. Por cierto, el nombre
completo de éste era ‘Efecto
Harriet/Matilda’, pero la
universal ley
de la economía se muestra siempre inexorable. ‘¡La
ciencia necesita a las mujeres!’.
[*] Introduzcan en [Buscar en el blog] las palabras en negrilla y cursiva,
si desean ampliar información sobre ellas.
[**] Esta entrada apareció publicada el 15
de noviembre de 2019, en la contraportada del semanario Viva
Rota, donde también la pueden leer.
¿Podría desarrollar estos efectos Matilda y Mateo? me parecen de los más ilustrativos dados los tiempos que corren. Enhorabuena por el blog.
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