Y todos ellos mezclados en el mismo negro sobre blanco que tienen ante
sus ojos, a pesar de lo extraño y dispar que les puedan parecer su vinculación en
un principio. Pero es que, en esta vida, nada suele ser lo que parece y, en
este caso en concreto, no es poco lo que la ciencia tiene que decir, tanto del
mundo de las creencias religiosas como del de la tauromaquia. Mejor les sitúo.
La coincidencia espacio-temporal de esta terna de elementos, tuvo lugar hace
hoy exactamente ciento veinte (120) años, el 2 de abril de 1899, que ese año del Señor era Domigo de
Resurrección y se celebraba el primero de los festejos de la temporada taurina en
la Plaza de la Maestranza de Sevilla,
no teniendo lugar el segundo ya, hasta el 18 de abril, en plena Feria de Abril.
Les supongo conocedores y al tanto, por lo que no entraré a comentar, ni
la dependencia calendaria que dicha fiesta tiene con la Semana Santa, ni la supeditación
cósmica de fecha que esta celebración religiosa guarda con la Astronomía. En cualquier caso, dejo suelto
estos flecos: ¿Por qué la Semana Santa
cae cada año en una fecha diferente? ¿Por qué hay siempre Luna llena en Semana
Santa?
Son preguntas en busca de respuestas (Pirandello, dixit), que
dejo en manos del lector curioso y avisado, mientras que aquí nos metemos en
faena.
Acerca de la feria taurina sevillana de 1899
A
título de curiosidad recordar que constó de tres corridas de toros que se
celebraron las tardes de los días 18 (martes), 19 (miércoles) y 20 (jueves) de
abril, y con un precio que oscilaba entre las cien
pesetas que costaba un palco de diez asientos, la localidad más apreciada por
la sociedad de la época, hasta las dos coma veinticinco pesetas que costaba una
entrada de sol, pasando por la diez pesetas de una barrera.
Una plaza que por cierto se abría al público a las dos
pues la corrida comenzaba a las cuatro de la tarde, hora que había sido confirmada
por la propia plaza unas dos semanas antes de cada festejo y que, naturalmente,
venía determinada por la duración del día y las horas de sol.
Es posible que les sorprenda ese horario de las cuatro de la tarde, y no
el lorquiana de las cinco en punto, pero estamos en las postrimerías del XIX,
quedan casi dos años para el fin de siglo y no estaban del todo regulados los husos horarios y, mucho menos, extendida
la costumbre del doble cambio de hora
anual.
En la actualidad, y como bien saben, en el mes de marzo suelen empezar a
las cinco y, conforme pasan las fechas, se va retrasando la hora hasta llegar a
las siete de la tarde en pleno ferragosto, para volver a adelantarla a las seis
en otoño. Es una nueva dependencia del arte de la tauromaquia con las Ciencias del espacio.
A
propósito, retomo al escritor siciliano y cediéndole los trastos de matar les
suelto, por mero oportunismo calendario, este morlaco de dos orejas horarias, ¿Cuándo y por qué se crearon los husos
horarios? ¿Por qué y desde cuándo se cambia la hora dos veces al año? (Continuará)
¡Qué sorpresa más agradable! Debería escribir con más frecuencia sobre tauromaquia. Enhorabuena
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