También conocida como La Epifanía. Se trata de la pintura al
fresco del genial artista italiano Giotto
di Bondone (1267-1337), que tardó dos años en realizar en la Capella degli
Scrovegni de Padua y que, sin duda, por motivos que no escapan a nadie, es el
cuadro del día.
Una pintura plagada de diversos
detalles de naturalezas distintas: artística, religiosa, técnica, social o
científica, siendo de esta última de la que, ya se lo habrán imaginado, les
quiero comentar un par de detalles o tres.
Motivo pictórico
Empezando naturalmente por el
propio motivo de la pintura que Giotto retrata, y que se corresponde con la escena
relatada en el evangelio de San Mateo
(2, 9-11): “Después de esta
entrevista con el rey, los Magos se pusieron en camino; y fíjense: la estrella
que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que se detuvo sobre
el lugar donde estaba el niño.
¡Qué alegría más grande: habían visto otra vez a la estrella! Al entrar
a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron.
Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y
mirra.”
A destacar que, a pesar de la centenaria
tradición cristiana, en la Biblia no
se mencionan ni sus nombres, ni que fueran reyes, ni que fueran tres (3). Lo del
rango real quizás provenga de la frase “Ante
él se postrarán los reyes; le servirán todas las naciones” (Salmos, 72:11) y el número de ellos
quizás se explique por el número de regalos que le hicieron (3).
No obstante, los seguidores
atentos del blog recordarán que en 2016 les escribi sobre la leyenda de un
cuarto rey, Artabán el Rey Mago
solitario.
Primer detalle: los camellos
Si nos fijamos bien resulta
que solo vemos a dos -los supongo camellos
porque uno de ellos parece que tiene dos jorobas- pero que resultan ser de lo
más peculiar. Vistos de arriba abajo, ya en la cabeza Giotto les pinta unas orejas que, llámenme ignorante, pero las veo más
propias de un asno que de un camello.
Y qué me dicen de los ojos
azules que tienen, por no hablar de las patas que no me irán a negar que son
muy, muy, parecidas a las de un caballo. No es por nada, pero tengo para mí que
el maestro italiano no había visto un camello en toda su vida y que tiró de
imaginación. Animalario científico frente a bestiario paranormal.
Pero ahora que lo nombro, y
tras la ignorancia mostrada por el pintor en lo que respecta a otros rasgos
morfológicos, ¿cómo sabemos que era un camello y no un dromedario?, ya saben que uno tiene dos jorobas y otro una sola que,
en cualquier caso, nota cultureta, no sirven para almacenar agua. Un error de
la ciencia popular. (Continuará)
¿Podría aclarar lo de los camellos y los dromedarios?
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