(Continuación) Ya saben. Que si estos violadores son
también, incluso más que otra cosa, victimas. Que si en el pasado de cada
adulto que abusa y viola, vive un niño que también sufrió abuso y violación. Que
si también son víctimas que nos deberán interesar y preocupar como seres
humanos que sufren. Que si...
Que sí, que puede ser que así sea si lo dicen los
que saben de esto. Que de acuerdo. Pero es que yo no estoy escribiendo hoy de
este tipo de víctimas. Yo escribo de las víctimas que me importan, de los niños,
de nuestros hijos, de los hijos de nuestros hijos. De esos seres que a esa
corta edad, unos ángeles, es probable que sean los animales más indefensos que
pueblan nuestro planeta, pues es cuando más necesitan de sus padres, que lo son
todo para ellos y en quienes únicamente confían. Y lo hacen por y para todo.
Los adultos deshumanizados, los monstruos que abusan
de ellos, serán víctimas pero son unas victimas abominables y miserables. Malditos
sean ellos y la casta que los hicieron así. Perdone lector, perdonen todos,
pero es que ya tengo una edad y en asuntos como éste me cuesta, me cuesta
mucho, ser algo objetivo y me tengo que esforzar mucho para ser comprensivo. Lo
lamento. Para finalizar y a modo de disculpas les dejo con una poesía de Arnaldo Rascovsky (1907-1995), que es
toda una declaración de intenciones, cuya lectura siempre me reconforta. Se
titula “Cuando tu hijo...”
Te busque con su mirada... míralo.
Te tienda sus brazos... abrázalo.
Te busque con su boca... bésalo.
Te quiera hablar... escúchalo.
Se sienta desamparado... ampáralo.
Se sienta solo... acompáñalo.
Te pida que lo dejes... déjalo.
Te pida por volver... recíbelo.
Se sienta triste... consuélalo.
Esté en el esfuerzo... anímalo.
Esté en el fracaso... protégelo.
Pierda toda esperanza... aliéntalo.
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