Me
dispongo a escribir estas líneas y les confieso que mi estado de ánimo no es el
más optimista. Estoy indignado y triste por unos hechos que son, si se
demuestran ciertos, deplorables y despreciables desde todo punto de vista, y es
que no es para menos. Otra vez, una más, los medios de comunicación nos
informan de nuevos abusos sexuales cometidos con menores por parte de unos
seres ominosos y desalmados.
Unos descastados que violentan, a veces durante
años, a menores que lo mismo son unos desconocidos, unos familiares o sus
propios hijos, porque sepan que a estos cabrones humanos no les importa nada ni
nadie, salvo ellos mismos y la apetencia de sus bajos instintos. Unos abusos
que por parte de las víctimas, si es en el entorno familiar más íntimo, se
silencian por miedo y respeto al agresor, ¡qué es su propio padre!
Por miedo a ese progenitor desnaturalizado que por
contra, nunca mostró reparo alguno en dar rienda suelta a las peores y más sucias
de las inclinaciones, aunque para ello tuviera que utilizar sus pequeños e
inocentes cuerpos. Y por respeto por su vida, por la del agresor, Dios que
contradiós, porque los muy hideputas cuando las circunstancias cambian y se ven
en peligro, los chantajean además amenazando con suicidarse “me tiro a la vía
del tren si me denuncias” dicen algunos. Así de crueles y cobardes son. Yo
reniego de estos animales que pasan por pertenecer a la raza humana, de estos
seres miserables, auténticos despojos humanos, que no pueden ser comparados ni
con las peores alimañas. Malditos seáis una y mil veces.
Pero no quiero que piensen que olvido y dejo de
tener presente la presunción de inocencia del acusado. No. Sé que así debe de
ser por más que a veces nos cueste, y que es lo justo, pero es que no me
acostumbro, qué quieren soy humano. Y eso que los medios de comunicación ya nos
suministran, y por desgracia casi a diario, una dosis bien despachada de
noticias cargadas de penalidades y miserias, cargadas al menos lo suficiente
como para que tengamos ya el cuerpo hecho a todo. Pues nada, no me acostumbro.
Y mucho menos si en las desgracias están implicados los niños, que son lo más
importante que tenemos. No, les digo más, si me apuran y en un momento dado me
obligaran a elegir, no lo dudaría ni un solo instante: ¡los niños serían lo
único que me importaría! Y los elegiría, a pesar de lo que dicen los expertos. (Continuará)
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