viernes, 1 de junio de 2018

Ángeles y monstruos (1)

Me dispongo a escribir estas líneas y les confieso que mi estado de ánimo no es el más optimista. Estoy indignado y triste por unos hechos que son, si se demuestran ciertos, deplorables y despreciables desde todo punto de vista, y es que no es para menos. Otra vez, una más, los medios de comunicación nos informan de nuevos abusos sexuales cometidos con menores por parte de unos seres ominosos y desalmados.
Unos descastados que violentan, a veces durante años, a menores que lo mismo son unos desconocidos, unos familiares o sus propios hijos, porque sepan que a estos cabrones humanos no les importa nada ni nadie, salvo ellos mismos y la apetencia de sus bajos instintos. Unos abusos que por parte de las víctimas, si es en el entorno familiar más íntimo, se silencian por miedo y respeto al agresor, ¡qué es su propio padre!
Por miedo a ese progenitor desnaturalizado que por contra, nunca mostró reparo alguno en dar rienda suelta a las peores y más sucias de las inclinaciones, aunque para ello tuviera que utilizar sus pequeños e inocentes cuerpos. Y por respeto por su vida, por la del agresor, Dios que contradiós, porque los muy hideputas cuando las circunstancias cambian y se ven en peligro, los chantajean además amenazando con suicidarse “me tiro a la vía del tren si me denuncias” dicen algunos. Así de crueles y cobardes son. Yo reniego de estos animales que pasan por pertenecer a la raza humana, de estos seres miserables, auténticos despojos humanos, que no pueden ser comparados ni con las peores alimañas. Malditos seáis una y mil veces.
Pero no quiero que piensen que olvido y dejo de tener presente la presunción de inocencia del acusado. No. Sé que así debe de ser por más que a veces nos cueste, y que es lo justo, pero es que no me acostumbro, qué quieren soy humano. Y eso que los medios de comunicación ya nos suministran, y por desgracia casi a diario, una dosis bien despachada de noticias cargadas de penalidades y miserias, cargadas al menos lo suficiente como para que tengamos ya el cuerpo hecho a todo. Pues nada, no me acostumbro. Y mucho menos si en las desgracias están implicados los niños, que son lo más importante que tenemos. No, les digo más, si me apuran y en un momento dado me obligaran a elegir, no lo dudaría ni un solo instante: ¡los niños serían lo único que me importaría! Y los elegiría, a pesar de lo que dicen los expertos. (Continuará)

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