(Continuación) Al final ella se ocultó donde pudo, en un rayito de sol. En
cambio el EGOÍSMO encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado,
cómodo... pero eso sí, sólo para él.
La MENTIRA se escondió en el fondo de los océanos (¡mentira!, en realidad
se escondió detrás del arco iris). La PASIÓN y el DESEO en el fondo de un
volcán, y el OLVIDO, el olvido ¡se me olvidó donde se escondió! Cuando la
locura contaba 999 999, el AMOR -que todavía no había encontrado un sitio para
esconderse, pues todo estaba ya ocupado- divisó un rosal y, enamorado, decidió
meterse entre sus flores.
“¡Un millón!”, contó la locura y comenzó la búsqueda. La
primera en aparecer fue la pereza, sólo a tres pasos de la piedra. Después se
escuchó a la fe, discutiendo con Dios en el cielo sobre zoología. A la pasión y
al deseo los sintió en el vibrar del volcán. En un descuido encontró a la
envidia y, claro, pudo deducir dónde estaba el triunfo. Al egoísmo no tuvo ni
que buscarlo; él solito salió disparado de su escondite, que había resultado un
nido de avispas.
De tanto caminar sintió sed y, al acercarse al lago, descubrió a la
belleza. Hacerlo con la duda resultó fácil, pues la encontró sentada sobre una
cerca sin decidir aún de que lado esconderse. Así fue encontrando a todos: el TALENTO
entre la hierba fresca, la ANGUSTIA en una oscura cueva, la mentira detrás del
arcoiris y hasta el olvido, al que ya se le había olvidado que estaba jugando
al escondite.
Sólo el amor no aparecía por ningún sitio. La locura buscó detrás de cada
árbol, bajo cada arroyo del planeta, en la cima de las montañas y, cuando
estaba por darse por vencida, divisó un rosal y las rosas. Y cuando con un palo
separaba sus ramas, un doloroso grito se oyó. Las espinas habían herido en los
ojos al amor. La locura, aturdida, no sabía que hacer para disculparse: lloró,
rogó, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.
Y así, desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la
Tierra, EL AMOR ES CIEGO Y LA LOCURA LO ACOMPAÑA SIEMPRE’.
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