Con diferentes títulos y citado bien como leyenda, cuento o relato, resulta
relativamente fácil encontrar este escrito que hoy les traigo y que unos lo
consideran parte de un cuento del uruguayo Mario
Benedetti (1920-2009), mientras que otros lo adjudican a una versión que el
argentino Jorge Bucay (1949) hizo de
un cuento popular anónimo y recogió en el libro Todo (no) terminó (2004).
No parece haber acuerdo sobre la autoría, de modo que dejo este asunto en
el aire o mejor en manos de usted lector, por si se quiere poner tras el
rastro. Lo que sí es seguro, es que trata de
sentimientos entendidos éstos como estados de ánimo, como resultado de
las emociones humanas. Dice así:
‘Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la Tierra todos los sentimientos de los hombres. Cuando el ABURRIMIENTO
hubo bostezado por tercera vez, la LOCURA, siempre tan loca, les propuso: “¿Jugamos al escondite?”. La INTRIGA
levantó la ceja intrigada y la CURIOSIDAD, sin poder contenerse, preguntó: “¿Al escondite? ¿Y cómo es eso?”.
“Es un juego -explicó la locura- en el
que yo me tapo la cara y cuento hasta un millón, mientras ustedes se esconden.
Cuando haya terminado de contar, al primero que encuentre habrá perdido y
ocupará mi lugar”. El ENTUSIASMO se
puso a bailar secundado por la EUFORIA. La ALEGRÍA dio tantos saltos que
terminó por convencer a la DUDA, e incluso a la APATÍA, a la que nunca le
interesaba nada. Pero no todos quisieron participar.
La VERDAD prefirió no esconderse, total ¿para qué?, si al final siempre la
hallaban, y la SOBERBIA opinó que era un juego muy tonto (en el fondo lo que le
molestaba era que la idea no hubiese sido suya) ¡Ah!, la COBARDÍA prefirió no
arriesgarse...
“Uno, dos, tres...”, empezó la cuenta la locura. La primera en
esconderse fue la PEREZA que como siempre, se dejó caer tras la primera piedra
del camino. La FE subió al cielo, y la ENVIDIA se escondió tras la sombra del TRIUNFO,
que por su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La
GENEROSIDAD, sin embargo, no lo conseguía.
Cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos: Que
si un lago cristalino, ¡ideal para la BELLEZA!; que si el hueco de un árbol, ¡perfecto
para la TIMIDEZ!; que si el vuelo de la mariposa, ¡lo mejor para la VOLUPTUOSIDAD!;
que si una ráfaga de viento, ¡magnífico para la LIBERTAD! (Continuará)
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