Con motivo de las últimas entregas relacionadas con la música y las drogas,
un lector me preguntaba el titular que acaban de leer. Bueno para ser exacto me
espetó: ¿Es cierto que los animales,
también, se drogan? Obsérvese el asertivo adverbio intercalado.
Resulta que al igual que los humanos, los demás animales también muestran
ciertos comportamientos adictivos frente a determinadas sustancias. Algo que de
manera más o menos científica tenemos constatado desde hace mucho tiempo.
Pero
más en concreto desde que el naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) observara esa conducta animal dos siglos
atrás y en media docena de especies.
Desde entonces el número de especies conocidas de
animales que se drogan la verdad es que no ha parado de aumentar y en la
actualidad entre los etólogos existe
total consenso en aceptar que todos los animales se drogan de una manera u
otra.
De modo que sí, los animales también se drogan y, créanme, no poco. Desde gatos,
cabras, mosquitos de la fruta, hormigas y moscas. Hasta abejas, sapos, vacas,
caballos y ovejas. Pasando por lémures, chimpancés, elefantes, búfalos de agua,
renos, mandriles, monos capuchinos, delfines y un largo, largo etcétera.
Y como ocurre con los humanos, los animales lo hacen por motivos parecidos
aunque, si se mira bien, resultan distintos. Una comparativa que nos lleva a
hacernos una primera pregunta: ¿Por qué se drogan los humanos?
Como suele ocurrir en estos casos la razón de dicha dependencia no es ni única
ni excluyente.
Sin intención por mi parte de agotar el tema, ni mucho menos ánimo de ser exhaustivo,
diferentes líneas de investigación achacan la afición humana por las drogas a diversas
fuentes, entre ellas: la adaptación evolutiva, la atracción hacia lo
desconocido y, la simple diversión. Veamos.
¿Por qué
se drogan los humanos?: Adaptación evolutiva
Buen ejemplo de la primera hipótesis interpretativa, la de la adaptación evolutiva, nos la ofrece la
atracción que los humanos sentimos hacia el alcohol, y que es más bien una afinidad
(en este caso etílica) interespecífica.
Les digo interespecífica porque se piensa que esta predisposición humana en
realidad es heredada de los primates.
De hecho se la conoce, perdonen la expresión, como la hipótesis del “mono
borracho”. Es de lo más curiosa.
Según la misma, con el paso de los tiempos, la fruta fermentada y madurada
en exceso pasó a ser una de las principales fuentes alimenticias de nuestros
ancestros primates, y lo hizo por la inexorable ley de la economía, imperante en todos los sistemas del universo.
Una básica e ineludible ley
física que consiste en algo muy simple: hay obtener todo lo que es necesario
para sobrevivir con el menor de los esfuerzos posibles.
Es como una especie de imperativo
cósmico según el cual, ningún sistema animado o inanimado que aspire a permanecer
en el tiempo en nuestro universo, la puede obviar. Hay que hacerlo con el menor
costo energético, no queda otra. (Continuará)
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