viernes, 10 de marzo de 2017

“¡Salvaje es quien llama salvaje a otro!” (1)

Les supongo al tanto. Existe una corriente de pensamiento que concibe el relativismo cultural como un principio afirmador según el cual, todos los sistemas culturales son intrínsecamente iguales en valor.
Tan iguales dice que son, que sus rasgos característicos deben ser entendidos y evaluados, sólo, en el contexto en el que aparecen ¿Cómo lo ven?
Lo cierto es que leído del tirón, y en apariencia, tiene la pinta de ser una idea reveladora de una cierta modernidad. De ser una especie elaborada de sabiduría antropológica, en principio, totalmente asumible y defendible por cualquier persona que se precie de tener raciocinio y moral.
En cierto modo, de manera ingeniosa, ya lo expresó el antropólogo y etnólogo francés Claude Lévi-Strauss (1908-2009), en su exitosa frase: “Salvaje es quien llama salvaje a otro”, y para él no parece haber la menor duda.

Todos los sistemas culturales deben ser respetados por los demás y tener el mismo nivel de aceptación. Y hasta aquí, sigo del tirón, poco que objetar. Resulta evidente que todas las pautas culturales deben ser dignas de respeto, pues todas son, intrínsecamente, iguales en valor.
Sin embargo, voy ahora de frenada, ¿qué sentido le damos a esa igualdad en valor? ¿De qué valor hablamos? ¿Se trata del religioso, del económico, del moral, del estético, del ético?
Para lo que les quiero contar -ver la trágica trampa en la que se convierte el relativismo cultural- me voy a quedar con este último, con el valor ético.

Y según lo apuntado, en la actualidad es evidente que debe ser admisible y sostenible cualquier comportamiento cultural, aunque se le esté observando desde el terreno de la ética. 

Ya pero, ¿tiene esta evidencia rango de prueba? ¿Cómo saberlo?
Para casos como éste no hay mejor método para salir de dudas, que el principio de falsacionismo del filósofo austro-británico Karl Popper (1902-1994). Y si lo aplicamos, créanme, éste nos dice categóricamente que No. Se lo ejemplifico con uno de esos comportamientos.
Seguro estoy que les suena ese informe de hace ya un tiempo, publicado por Amnistía Internacional y en el que se detalla la existencia de muchas culturas para las que la mutilación genital femenina, no es más que una pauta cultural normal.
Normal quiero pensar, por lo que de corriente y frecuente resulta en ellas. Porque los “razonados” argumentos que emplean para su validación, de normales no tienen nada. Nada de nada.

Amén de que no pueden ser más falaces y variados aunque, eso sí, comunes a casi todas las culturas que la practican. Al César lo que es del César (Continuará)



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