Sí, “de vuelta con los camaleones”, porque avisados están que pueden rozar ya la media docena de entradas, las dedicadas a este prodigioso animal.
Demasiadas quizás para mis escasos conocimientos sobre los mismos.
Sin embargo la ignorancia es osada y aquí tienen una más cuya presencia, eso sí, viene motivada por un par de sucedidos casi coincidentes en el tiempo.
Uno es de naturaleza personal, intranscendente y casi prescindible. El otro por el contrario es de índole científica, de calado diríamos y, a mi entender, conveniente.
Vayamos con el primero.
En una de mis diarias marchas veraniegas por los senderos peatonales de madera, las “tablas” para que me entiendan, y que existen entre los pinos del sistema dunar de las playas de Rota, Cádiz (España), no hace mucho, casi me di de bruces con la visión de un magnífico ejemplar de camaleón.
No. Por desgracia no es el que tienen encabezando esta entrada -en ese momento no llevaba cámara fotográfica, ni dispongo de móvil-.
Sin embargo esa inacción mía no ha representado ningún problema sino todo lo contrario pues, gracias a la habilidad fotográfica y amabilidad personal de D. Antonio Cordero Solís, residente en Rota, les traigo un par de valiosas imágenes.
La primera es de la que les acabo de hablar.
De las tablas y el sistema dunar
Ya que las he nombrado les comentaré algo sobre ellas, aunque sólo sea de pasada.Si han paseado, marchado o corrido por ellas, ya sabrán del importante papel que los senderos peatonales colocados en el pinar, juegan a la hora de proteger y regenerar el sistema dunar.
Un ecosistema éste de gran valor y peculiaridad, que resulta clave y vital para la estabilidad de la costa, pero que por desgracia está en continua amenaza. Una amenaza que tal como la veo tiene un doble origen.
De un lado están los peligros intrínsecos a este ambiente, que ya saben se encuentra sometido a unas condiciones físicas y químicas bastante extremas, entre ellas: limitación de agua dulce, acción erosiva intensa, movilidad del sustrato, concentración de sales, etcétera.
Y por si esto fuera poco, resulta que también sufre la perniciosa intervención de factores externos a él, provenientes del ser humano. Me refiero, ya se lo habrán imaginado, al deterioro y degradación originados por el continuo aumento del desarrollo urbanístico y turístico del hombre.
Un proceso éste que, desafortunadamente, cada vez es más rápido e intenso.
Hay que cuidar el sistema dunar
Hay que hacerlo por la sencilla razón de que las dunas son vitales para que siga habiendo playas, entendidas en este caso como extensiones casi planas de sedimentos, arena y piedras, entre la base de la duna y la orilla del mar. (Continuará)
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