Tiempos peligrosos para andar por la calle, y razón por la que sus padres la obligaron a permanecer en casa durante años. Una circunstancia que la pequeña Marie-Sophie aprovechó para leer todo lo que caía en sus manos.
Sobre todo y, sorprendentemente, libros de matemáticas.
Un gusto que sus padres no compartían, ya se lo pueden imaginar, por considerarlo una actividad “reservada a los varones”.
Fue leyendo un libro de historia de las matemáticas, como conoció la muerte de Arquímedes (287-212 a.C.) a manos de un soldado romano, mientras estaba absorto en un problema de geometría.
Y su mente adolescente no pudo comprender qué era aquello que podía abstraer tanto a una persona, como para dejarse matar.
En ese momento nuestra protagonista decidió dedicarse al estudio de las matemáticas. Tenía catorce (14) años.
De forma autodidacta aprendió primero aritmética y cálculo diferencial, para seguir, después de aprender latín sin ninguna ayuda, con las obras de Isaac Newton (1643-1727) y Leonhard Euler (1707-1783). Y todo esto lo hacía de noche, a espalda de sus padres que se oponían.
Una niña rara, se podría decir.
“Monsieur Le Blanc”
Con el tiempo, esto no ha cambiado desde que el mundo es mundo, sus padres empezaron a ceder ante las exigencias de su hija.Circunstancia que ella aprovechó para con dieciocho (18) años, conseguir los apuntes de clase de algunos profesores de la recién fundada Escuela Politécnica de París (1794).
Una institución en la que por su género femenino no tenía derecho a matricularse. Sí, por ser mujer. De acuerdo que eran las postrimerías del siglo XVIII, pero tampoco hace tanto.
Es más. Aunque les cueste creerlo, tal prohibición duró hasta hace bien poco, les hablo de 1972 y de París. Qué me dicen, ¿increíble? Sí, pero cierto.
Y entre los apuntes que se pudo agenciar (no está claro cómo se hizo con ellos) estaba uno de Análisis Matemático del profesor J-L. Lagrange (1736-1813).
A pesar de tratarse de una disciplina muy difícil el tal Análisis, un “hueso” para los estudiantes que asistían a las clases, y de la falta de rigor que tenía la casi autodidacta formación matemática de Marie-Sophie, ella presentó un trabajo al final del curso.
Lo hizo suplantando la identidad de un antiguo alumno de la escuela y amigo de su familia, M. Le Blanc, y como tal lo remitió sin llegar a sospechar el resultado que obtendría.
Tal impresión causó la originalidad de su trabajo en el profesor, que quiso conocerlo personalmente (conocerla en realidad, pero él aún no lo sabía), por lo que lo citó. Y por más que ella quiso retrasar la entrevista, ésta tuvo lugar.
Sorprendentemente Lagrange reconoció el talento femenino y lo puso por encima de los masculinos prejuicios sociales de la época. De modo que decidió convertirse en su mentor y amigo. Una muestra de respeto, inusual en esos tiempos.
No fue ésta la única vez que la Germain utilizó la personalidad de monsieur Le Blanc.
Germain y Gauss
Unos años después, en 1804, después de leer al llamado “Príncipe de los matemáticos”, Carl Friedrich Gauss (1777-1855), en su famoso ‘Disquisitiones Aritmeticae' de1801, Marie-Sophie comenzó a cartearse con él. (Continuará)
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