Es sin duda una demostración de que el movimiento de un cuerpo, sólo puede ser determinado con respecto a un sistema de referencia. Es natural que con semejantes ideas cinemáticas, su cosmología no sea otra.
La Tierra gira alrededor del Sol en un movimiento de traslación, y el paso de los días no es más que una ilusión causada por la rotación del planeta alrededor de su eje de rotación. Lo que ya era mucho decir en aquella época, y no quedó ahí..
Además, nuestro hombre, afirmó que las estrellas en el cielo eran otros soles como el nuestro, a las que orbitan otros planetas como el nuestro, que están habitados por animales y seres inteligentes como el nuestro.
Es decir, un universo con un infinito número de mundos habitados. Bueno, bueno, bueno.
Estarán conmigo que son unas ideas que no debieron sonar nada bien en aquella época, a pesar de que él las defendió argumentando no encontrar contradicción alguna en las Escrituras o la verdadera religión.
Es más, se decía que si Dios es infinito y omnipotente, ¿por qué el universo no podría reflejar este hecho? Lo que bien pensado...
Sin embargo no era el momento para la idea y Bruno fue quemado vivo el 17 de febrero de 1600, en la plaza Campo de’ Fiori. Pero no todos estaban convencidos de acertar (Tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla).
Ahora que me fijo fue un día como el miércoles pasado de hace ya cuatrocientos dieciséis (416) años. Qué cosa.
No obstante, y al sabio entender de algunos exégetas, no fue esta cosmovisión la auténtica razón de su condena aunque, qué duda cabe, todo suma.
Un panteísmo ateo
La causa última parece hallarse en las afirmaciones teológicas que de ella se derivaron, a modo particular de panteísmo, y que difería de forma notable de la visión cosmológica sostenida por la Iglesia Católica. Afirmaciones que le acarrearon la condena de las autoridades civiles de Roma, después de que la Inquisición lo encontrara culpable de herejía.
Un entidad cuya principal facultad es la de ser un intelecto completo y universal que todo lo llena y todo lo ilumina. De modo que en este universo no había lugar para las nociones cristianas de la creación divina y el juicio final.
Así pensaba Bruno convencido de que no podía estar equivocado. O eso creía él. En cualquier caso lo analizaba:
“Dios es omnipotente y perfecto y el universo es infinito; si Dios lo conoce todo entonces es capaz de pensar en todo, incluido lo que yo pienso. (Continuará)
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