Si se piensa bien, no se trata de haber cumplido un número de años, sino más bien de haber alcanzado la maduración psíquica necesaria y suficiente. Un proceso éste que necesita de su tiempo. Un tiempo que a esas edades discurre poco a poco. Un tiempo relativista pues.
Ya pero, ¿qué hacer?
¿Qué hacer?
Por mi propia experiencia creo que lo mejor es esperar. Esperar a que ellos estén preparados para decirles la verdad.Y lo sabremos no porque nos lo pregunten, sino por la forma en que lo hagan. No el “qué” y el “cuándo” sino el “cómo”. De todos los adverbios, ése es el que importa en este asunto.
Porque en el cómo preguntan, estará ya implícita nuestra afirmación o negación. Por ese “cómo” sabremos, aunque él ya sepa la respuesta, si está preparado para aceptarla o no. Una situación que habrá que respetar.
Y si habrá decepción tras el conocimiento de esa verdad, me pregunta, pues seguro que sí. Pero una decepción que tiene sus paliativos.
Aunque por un lado es inevitable y forma parte de nuestro proceso de maduración personal, por otro resulta muy ilusionante tener la sensación de empezar a formar parte del clan de los mayores.
Nos convertimos en sus cómplices cuando nos piden que no se lo digamos a nuestros hermanos más pequeños, para que ellos puedan seguir soñando. Y también nos ilusiona cuando colaboramos en la compra y en la disposición juguetera en la casa.
Y como no, el ver sus caras cada año cuando abren los paquetes de los regalos nos alegra. Su infantil alegría nos hace recordar nuestra infancia perdida. Que no es que sea esa época que con tanta frecuencia se idealiza pero que, qué duda cabe, es la infancia.
En ella, esta tradición navideña ayuda a su manera en el desarrollo de la vida psíquica de los seres humanos cuando somos pequeños. Por eso yo soy partidario de la fantasía y de esperar.
Pero bueno, esto es lo que yo he hecho, enseñado a mis hijos a hacer y, ahora, lo veo en la cara mi nieto. Es mi “magdalena de Proust”.
¿Qué dice la ciencia?
Naturalmente he leído algo al respecto. Con cierta reticencia no se lo voy a negar, ya saben que la psicología no es una de mis ramas del conocimiento humano favoritas. Pero he leído.Y de lo primero que me he enterado es que, al contrario de lo que sostenía el joven padre del que les hablaba al principio, es un error tratar a los niños muy pequeños en este asunto, como si fueran adultos.
Existe cierto consenso en este mundo científico, a la hora de negar el hecho de que fantasías como la de Papá Noel o los Reyes Magos vayan a producir los indeseados efectos por él predichos. Entre ellos el de no poder aceptar la realidad. (Continuará)
Y para cuando ya lo sepan, ningún libro más apropiado que éste:
ResponderEliminarhttp://regalodereyeslanovela.blogspot.com
;-)