Era jueves y lo hizo en la Academia Prusiana de las Ciencias.
Se trataba de un artículo titulado ‘Las ecuaciones del campo gravitacional’, que se publicaría una semana después, el 2 de diciembre, y en el que se encontraban las leyes con las que, aún hoy, describimos todos los fenómenos gravitacionales conocidos.
La relatividad general, un nuevo cuerpo de conocimientos que removió los cimientos de la Física al cambiar, y por completo, nuestra percepción de la realidad.
Desde entonces, desde ese mismo momento, tenemos no ya una visión radicalmente distinta sobre la naturaleza del universo. También la tenemos sobre la relación que existe entre el fenómeno de la gravedad, el espacio y el tiempo.
Cien años son relativos
Después de la TRG de Einstein, ya nada es igual. Y hoy se cumplen, precisamente, cien (100) años que la culminó. Para algunos, probablemente, estamos ante el mayor hallazgo científico de la historia.No en vano plantea el cosmos como un todo absoluto, finito pero ilimitado, curvado sobre sí mismo, dotado de las cuatro dimensiones de Minkowski y que contiene en sí a la materia y la energía distribuidas de modo no homogéneo.
Lo que dicho así, como que queda uno bien. Pero claro. Claro, claro, lo que se dice claro, lo dicho no queda.
Pero es que han de creerme si les digo que no es nada fácil de explicar, esto de la relatividad. Otra cosa es, si lo que queremos es divulgarla.
Que no es que esté mal, no me malinterpreten, ya saben “Divulga que algo queda”, sólo que yo me refiero a otra cosa. A algo más en la línea orteganiana de “No es eso, no es eso”.
Ya me entienden.
Una teoría que viene de otra
Pero lo dicho. Toda una revolución científica, la gravitatoria de Einstein, que no nació de la nada como se puede imaginar pues, en lo que a él toca, venía de otra anterior también suya. La misma que había publicado diez (10) años antes, en 1905. Su nombre lo conoce, Teoría de la Relatividad Especial (TRE). Que no crean, tenía su punto, qué duda cabe, pero que al científico, por motivos que no hacen ahora al caso, no le dejó satisfecho.
Máxime cuando un par de años después, en 1907, supo que su antiguo profesor, el matemático ruso Hermann Minkowski había llevado a cabo una interpretación de sus novedosas nociones sobre la relatividad especial, introduciendo el tiempo como cuarta dimensión geométrica del espacio.
Es cuando él cuenta que “estaba sentado en una silla de la Oficina de Patentes de Berna. De repente me asaltó un pensamiento: si un hombre cayera libremente, no sentiría su peso".
Leído así, a vuelapluma, la verdad es que la idea no parece que sea nada del otro mundo: “Si un hombre cayera libremente, no sentiría su peso”. Ya, y....
Momento “¿Qué pasaría si...?”
Pero estarán conmigo que si algo nos enseña la vida, es que conviene no fiarse de las apariencias. Se lo digo porque me estoy acordando de ese momento “¿Qué pasaría si…?” de la adolescencia del genio.Un experimento mental, según él uno de los más fructíferos de su vida, que cuenta en su libro Notas autobiográficas. Ahí nos dice que jugueteó con él por primera vez, cuando tenía dieciséis (16) años y preparaba su acceso a la Politécnica de Suiza.
Se preguntó: "¿Cómo sería cabalgar sobre un rayo de luz? Si viajamos a la misma velocidad de la luz, ¿qué y cómo veríamos?" (Continuará)
¿Cuántas teorias de la relatividad hay?
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