(Continuación) Que continúa la Misión Rosetta les decía. Y es que el aterrizaje de la sonda Philae es tan solo una parte del proyecto. La nave Rosetta sigue al cometa en su viaje hacia el Sol y tomará buena nota de su comportamiento físico y químico, frente al altísimo nivel térmico del astro.
Incluso aunque no hay mucha seguridad, es probable que el módulo abandone su estado silente, cuando se aproxime más al Sol y reciba luz suficiente como para que pueda cargar sus baterías.
En realidad se trata más de una esperanza que de una probabilidad. Pero no es imposible.
Con la sonda activa o no, la nave está programada para que siga con la misión hasta diciembre de 2015, recabando una valiosísima información que nos permita comprender, más y mejor, no sólo la formación del Sistema Solar hace cuatro mil seiscientos millones (4 600 000) de años. Sino el origen de la vida en nuestro planeta. Lo que no sería poco.
En relación con este apartado, parece que existe cierto consenso en el mundo científico en cierta hipótesis.
Una según la cual, los materiales orgánicos, los compuestos de carbono que contienen cuerpos celestes como el cometa 67P Churyumov Gerasimenko, Chury para los íntimos, fueron determinantes para el origen de la vida en la Tierra.
Un asunto tras el que estarían los aminoácidos L. Verán por qué.
En los aminoácidos L podría estar la respuesta
El razonamiento es el siguiente.Sabemos que los aminoácidos, moléculas orgánicas que contienen un grupo amino (-NH2) y un grupo carboxilo (-COOH), existen en las formas L y D, configuraciones levógiras y dextrógiras.
También sabemos que los más frecuentes, y de mayor interés, son aquellos que forman parte de las proteínas y que, sorprendentemente, todos son del tipo L.
Es decir, que los aminoácidos de todos los seres vivos, incluidos los humanos, son exclusivamente de este tipo L. Es un hecho cierto de toda certeza, pero para el que no tenemos una explicación.
De ahí la importancia que tiene conocer la composición de los cometas. Para confirmar esta suposición que dice que fueron estos cuerpos celestes, cuando impactaron sobre la Tierra primitiva, los que aportaron moléculas que pudieron contribuir al origen de la vida en ella.
Sería por tanto más que interesante, observar un número mayor de aminoácidos L en la muestra cometaria, si es que los hubiera. Su presencia, junto a la de otras moléculas, podrían dar claves sobre la formación de vida a partir de materia inanimada.
El acto creador.
“Somos polvo de estrellas”
La doblemente hermosa frase, por poética y científica, enunciada por el científico y divulgador estadounidense Carl Sagan (1934-1996) a mediados del siglo pasado, tiene un buen remedo en los albores de este siglo XXI.Si se confirmara la conjetura anterior estaríamos en condiciones de decir que “somos polvo de cometas”. Si la Misión Rosetta encontrara los ladrillos de la vida de los primeros seres vivos, podríamos empezar a comprender mejor, de dónde venimos y cuál es nuestro lugar en el Universo.
Porque además, no sólo nos podrían proporcionar los ladrillos vitales, también nos ayudaría a investigar algunos de los ladrillos cósmicos con los que se edificaron los planetas del Sistema Solar.
Lo que no es poco para una sola misión.
Que en este caso haría un papel muy parecido al de la Piedra de Rosettta (1799), que ayudó al entendimiento de los enigmáticos jeroglíficos egipcios. En realidad un fragmento de un antiguo monolito, que lleva inscrito un mismo decreto en tres escrituras distintas.
Uno en la parte superior, en jeroglíficos egipcios. Otro en la parte intermedia, en escritura demótica. Y estotro en la inferior, en griego antiguo. Y de la comparación de los tres surgió la clave para descifrar otro enigma: el de los jeroglíficos egipcios. Uno menos que “ikerizar”.
Pues bueno, tres cuarto de lo mismo se espera de los “textos” de la Rosetta de este siglo. Así que entre Rosetta anda el juego.
Pero aún nos queda por recibir más información de la misión espacial y analizar e interpretar los datos. Unos datos que llegan al centro de operaciones que la Agencia Espacial Europea (ESA) tiene en Darmstadt (Alemania).
Una ciudad con suficiente prestigio científico, como para haber dado nombre a un elemento químico. Porque Darmstadio viene de Darmstad.
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