Desde que vino al mundo, este año celebramos el ciento veinte (120) aniversario de su nacimiento, el matemático estadounidense Norbert Wiener (1894-1964) fue un ser extraordinario.
Notable niño prodigio, a los tres años leía de corrido, a los cuatro se adentraba en la literatura científica, a los siete desgranaba las teorías de Charles Darwin y Jean-Martin Charcot, a los once ingresó en la universidad y a los dieciocho recibió su doctorado en Harvard.
De él le puedo decir que fue un científico muy activo, un militar singular y un hombre despistado.
Discípulo de filósofo y matemático británico Bertrand Russell (1872-1970) en Cambridge, logró una plaza de profesor de Lógica Matemática en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde ejerció por más de cuatro décadas.
Wiener y Torres Quevedo
Fue durante este tiempo en el MIT, que realizó frecuentes viajes a Europa y cuando entabla contacto con el ingeniero, matemático e inventor español Leonardo Torres Quevedo (1852-1936).Lo hizo a propósito del invento de éste, el autómata conocido como “El Ajedrecista”, construido en 1912.
La máquina fue presentada de forma oficial durante la Feria de París de 1914, donde generó una gran expectación.
Tanto fue así que, un año después, el 6 de noviembre de 1915, tuvo una extensa mención en Scientific American (Torres and His Remarkable Automatic Device), “Torres y Su Extraordinario Dispositivo Automático”.
De hecho el automático del español es considerado por muchos, como el primer juego por computadora de la historia.
A título de apunte torrequevediense, indicar que el transbordador aéreo que atraviesa las Cataratas del Niágara en Canadá, el Spanish Aerocar, fue construido por el español.
Quizás es la empresa que mayor fama mundial le dio si bien, desde un punto de vista científico, no es la más importante.
El teleférico fue inaugurado en 1916 y aún hoy está en servicio.
Wiener, científico activo
Por ejemplo hizo aportaciones al movimiento browniano, ese movimiento aleatorio que se observa en algunas partículas microscópicas cuando se encuentran en un fluido, sea líquido o gas.
El nombre lo recibe del biólogo y botánico escocés Robert Brown (1773-1858), que lo descubrió en 1827 al observar cómo, pequeñas partículas de polen se desplazaban en movimientos aleatorios, sin motivo aparente en el seno de una gota de agua.
Lleva su nombre si bien no fue él, el primero que lo describió ya que, en 1785, lo hizo el médico y botánico neerlandés Jan Ingenhousz (1730-1799), quien lo observó en partículas de carbón en alcohol.
También trabajó en la integral de Fourier, una transformada denominada así por el matemático, físico y político francés Joseph Fourier (1768-1830).
Es una aplicación que hace corresponder a una función ‘f’, con valores complejos y definida en la recta, con otra función ‘g’ definida de cierta forma. Lo dejo ahí.
Por decirlo de forma gráfica la transformada de Fourier es, básicamente, el espectro de frecuencias de una función.
Algo parecido a lo que hace el oído humano, que recibe una onda sónica y la descompone en distintas frecuencias, que es lo que finalmente oímos.
En palabras del propio Fourier, “El estudio profundo de la naturaleza es la fuente más fértil de descubrimientos matemáticos”.
Pues eso. (Continuará)
Nunca había oído hablar de él.
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