Desde el punto de vista calendario, el ocho de marzo es el 67º (sexagésimo séptimo) día del año en el vigente calendario gregoriano y el número 68 en los años bisiestos como éste.
De modo que quedan 298 días para finalizar el año.
Aunque ahora que lo escribo, me viene a la memoria que cierto ministro logsero del siglo pasado, más que sexagésimo séptimo hubiera dicho sesenta y sieteavo.
Lo que sí es significativo, pero, bien visto, apenas relevante. Total solo era un ministro.
Pero desde el punto de vista social, el ocho de marzo es un día cargado de significado.
Desde 1977, está reconocido oficialmente por las Organización de las Naciones Unidas (ONU), como Día Internacional de la Mujer, originalmente Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Es decir, que ya no es de la mujer trabajadora
No. Ya no lo es. Se trata de una matización, ésta de trabajadora, no sólo innecesaria sino, quizás, discriminatoria. Así que bien quitada está.
Es un día en el que se conmemora la lucha de la mujer por su participación en la sociedad y en su desarrollo integro como persona, pero en pie de igualdad con el hombre.
Lo que está muy bien. Mejor dicho es lo que debe ser. Lo que no está tan bien y no debiera ser, hablo desde mi punto de vista, es que haya que dedicar un día para ello.
Una mala señal ésta, que haya que dedicar un día para recordar lo que está mal.
Ojalá que no hubiera que dedicarle una fecha, no ya a este asunto sino a cualquier otro problema. Sería una prueba de que no existe.
Una celebración bastante reciente, si bien la idea no es nueva. Ni mucho menos.
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