A propósito de
los intentos del hombre por comunicarse en la distancia, sólo recordar que no
han sido pocos los medios que se ha ingeniado para ello.
Desde la
utilización de personas que corrían largas distancias, llevando la información
que se quería transmitir. Un método puramente mecánico.
Hasta el invento
electromagnético de transmisión de señales eléctricas de Samuel Morse, el inicio de lo que hoy
es la tecnología de las telecomunicaciones.
Pasando por el
empleo de palomas portadoras de un mensaje, la producción de señales de humo
con mensaje en clave o la utilización de espejos que reflejan la luz del sol a
grandes distancias, entre otros.
De todos ellos
el telégrafo eléctrico constituye
una de las primeras aplicaciones industriales de la electricidad. No en vano
supuso un cambio de calado en las comunicaciones a distancia.
Inventado por el
estadounidense Samuel Morse en 1832,
poco después, el 6 de mayo de 1833, el matemático, astrónomo y físico alemán Johann Carl Friedrich Gauss y su
colega, Wilhelm Eduard Weber,
instalaban una línea telegráfica de 1 km de longitud sobre los tejados de la
población alemana de Göttingen donde ambos trabajaban. La línea unía la
universidad con el observatorio astronómico.
El mecanismo de
funcionamiento del telégrafo, al igual que el de la radio, no es difícil de
entender aunque, dada su naturaleza físico-técnica, no todo el mundo está en
condiciones de comprenderlo a la primera de cambio.
Y en este
sentido de la divulgación científica viene que ni al pelo la particular cita
explicativa del genial físico Albert
Einstein, dice así:
“La
telegrafía por cable es una especie de gato muy, muy grande. Tú tiras de su
cola en New York y su cabeza maúlla en Los Ángeles ¿Comprende?
Y
la radio funciona exactamente de la misma manera. Tú envías señales desde aquí
y ellos las reciben allá. La diferencia es que, ahora, no hay gato”.
Esa era su explicación
de estos dos medios de comunicación a distancia. Un tanto simple quizás, ,máxime, considerando que era un genio.
Pero, claro, es
que él era de la opinión de que había que hacerlo todo tan simple como fuera
posible. Pero, eso sí, no más simple.
Lo dicho, un genio.
Lo dicho, un genio.
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