Árbol
genealógico (siglo XX)
(Continuación) Del
matrimonio de Anne y Leonard nacieron cuatro hijos, siendo Aldous el hermano menor
y Julián el mayor. Sir Julián Huxley
(1887-1975) fue
un eminente biólogo, un destacado divulgador científico y el primer director de
la Unesco.
De él es la
frase: “Las leyes científicas y los
conceptos afines no existen en el mundo, sino que son creaciones de la mente
humana”. Una idea muy adelantada para mediados del siglo XX.
Tras la muerte
de Anne, Leonard se casó en segundas nupcias con Rosalind Bruce de cuyo matrimonio nació Andrew Huxley (1917), fisiólogo y biofísico que ganó el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en
1963, por
su trabajo sobre la transmisión del impulso nervioso.
También existió
un descendiente, de un primo segundo del abuelo Thomas que emigró a Australia a
principios del siglo XX. Su nombre Sir
Leonard George Holden Huxley (1902–1988) y fue físico.
Bueno, ya ven
que no les exageré cuando les hablaba de la relevancia intelectual de esta estirpe
familiar de los Huxley. Y aún me quedan un par de detalles de lo más jugosos.
Viaje
en el tiempo
Ocurre que el
último de los Huxley, el nobel Andrew, se casó en 1947 con Jocelyn Pease, hija del genetista Michael Pease y de su esposa Helen
Bowen Wedgwood.
Un detalle sin importancia éste, si no fuera porque Helen es una descendiente directa de Josiah Wedgwood (1730-1795) famoso alfarero inglés del siglo XVIII.
Un detalle sin importancia éste, si no fuera porque Helen es una descendiente directa de Josiah Wedgwood (1730-1795) famoso alfarero inglés del siglo XVIII.
Y aquí viene el
meollo del asunto. Sucede que su hija Susana se casó en 1796 con Robert Darwin y tuvieron un hijo y
cinco hijas. Cuentan las crónicas sociales que ella aportó una dote
confortable y que él era un médico rural de éxito con buenos ingresos. Al
parecer fueron felices.
Pero a lo que
íbamos. El niño era Charles Darwin,
padre del Evolucionismo.
Así que fueron
Andrews y Jocelyn quienes posibilitaron el segundo nexo, éste familiar, entre
los Huxley y los Darwin, siglo y medio después. Qué quisicosas tiene la vida.
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