domingo, 18 de septiembre de 2011

Los Machado (IX)


(Continuación) Y de su existencia ya nos da pistas uno de sus descendientes. Es precisamente su nombre el que utiliza Manuel Machado como pseudónimo, para firmar la serie de artículos que, con el epígrafe “Desde París”, le publicó el periódico La Libertad en 1920.
Tercera parte del Guzmán de Alfarache
Publicada entre 1650-1652, se trata de una tardía continuación, de la que sin duda está considerada como una de las novelas más representativas del género de la picaresca. 

Y responsable, como tal, de la consolidación de este género, tanto en España como en el resto Europa.
Recordemos que la obra Guzmán de Alfarache, del escritor sevillano Mateo Alemán (1547-1615) fue publicada en dos partes. La primera en Madrid en 1599 y la segunda en Lisboa en 1604, con el subtítulo de Atalaya de la vida humana.
De modo que casi cincuenta años separan a esta secuela literaria machadiana de sus precuelas alemanienses.
En ella su autor nos narra la historia de un caballero a quien abandonó su amante, después de haberle despojado de todos sus bienes. Un clásico de la vida de todos los tiempos.
Don Félix echa a andar a su pícaro, y con él a la novela, en Sevilla donde vivía su madre. Y lo lleva, a través de Portugal, hasta Santiago de Compostela, lo que resulta doblemente curioso.
En primer lugar porque es en Santiago de Compostela donde nació, casi doscientos años después, un descendiente suyo,  Demófilo, padre de los poetas Manuel y Antonio Machado.
Y en segundo lugar porque es esta ciudad gallega, también, el primer destino como funcionario del propio Manuel.
Como podemos ver, los guiños a través del tiempo entre los componentes de esta familia no dejan de sucederse. Inquietante.
Por supuesto que pueden ser casualidades. O quizás no. Lo digo porque algunos piensan que éstas, las casualidades, no existen.  
Pero por otro lado, ¿Quién puede negar lo que une la sangre? ¿Quién cuestiona su tirón en la herencia?
¿Quién puede afirmar que este sí es el final de los Machado? ¿Quién osa?, que dijo el poeta.
Bueno, para esta pregunta sí tengo respuesta, lo dijo el sabio: osa la ignorancia. (¿Continuará?)

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