En una de mis últimas conferencias, alguien me
preguntó muy amablemente que desde cuándo las daba.
Algo sorprendido le contesté que suelo dar alguna que otra conferencia a lo largo del curso académico y que lo hago desde hace ya bastantes años.
Algo sorprendido le contesté que suelo dar alguna que otra conferencia a lo largo del curso académico y que lo hago desde hace ya bastantes años.
Tantos que no recuerdo dónde fue la primera vez,
ni de lo que hablé. Sencillamente, lo he olvidado.
Un fenómeno éste, el del olvido conferencial, que
no me ha ocurrido con otros dos lacerantes recuerdos que aún me mortifican.
Uno. El miedo que pasé antes de empezar a hablar
en público por primera vez. Tal era mi complejo de inferioridad cuando me vi
allí.
Otro. Éste mientras pronunciaba mis primeras
palabras. La sensación que tuve del exhibicionismo de mi persona como
conferenciante. Ni que decirles que fue un desastre. Para olvidarla vamos.
Ha pasado el tiempo y sigo sin comprender cómo fui
capaz. Será que una cosa es el miedo, y otra bien distinta, la cobardía.
Que no es lo mismo la sensación de miedo y el comportamiento cobarde.
Que no es lo mismo la sensación de miedo y el comportamiento cobarde.
Innata e involuntaria la primera. También innato,
pero controlable por la voluntad, el segundo. Y en la voluntad está el salto
cualitativo que nos diferencia de otras especies. Por eso, somos humanos.
También recuerdo el escaso número de personas que
acudió. Antes de empezar las conté. Tan nervioso estaba y tan poca gente había.
En concreto, diez. Sí.
Aunque bien es cierto que, ya empezada, entraron
cinco más. Así que tuve un total de quince.
Como dijo aquél, con menos hizo Jesús de Nazaret una revolución. Ya. Y
a modo de consuelo podría servir. Pero estarán conmigo que no se puede
comparar. Él era Jesucristo, el
ungido.
Así que no me consoló y lo que les dije. Para
olvidarla.
Con el tiempo las conferencias se han sucedido,
las circunstancias han cambiado, yo he evolucionado y todos hemos corrido
desigual suerte.
Los miedos primerizos se me ven menos. No es que
hayan desaparecido, siguen ahí, sólo que ahora vienen disfrazados de nervios,
de responsabilidad.
Comparto con T.
Hobbes su visión del binomio miedo-hombre:“El día que yo nací, mi madre parió dos gemelos: yo y mi miedo”.
El miedo viene a ser como una sombra que viaja con
nosotros. Así me lo he imaginado siempre y no creo que ya cambie. Lo que sí ha
cambiado, por fortuna, es el número de asistentes a mis charlas.
Lo digo porque ha aumentado. No mucho, ésa es la
verdad. Y tal cual lo digo.
Como también lo han hecho, las instituciones que
han tenido la gentileza de invitarme como conferenciante: ateneos, asociaciones
de vecinos, bibliotecas, institutos de enseñanza, asociación de mujeres, foros
culturales, clubes deportivos, en fin, las propias en estos casos.
Y algo más ha cambiado. Pero mejor me lo enroco
para otra entrada bloguera.
Me gustaría poder asistir a alguna conferencia suya
ResponderEliminar¿Piensa dar alguna conferencia en este curso?
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