lunes, 22 de agosto de 2011

¡Eureka! ¡Eureka! (II)


(Continuación) Arquímedes había descubierto una propiedad general de la materia llamada impenetrabilidad, acompañada en este caso del hecho de que el agua es incompresible.

Pero lo realmente genial de esta observación fue la intuición que tuvo sobre este fenómeno: el volumen de agua desplazada debía ser igual al volumen del cuerpo que la desplazaba.

Esa idea fue la que le hizo salir de la tina en la que se bañaba, del edificio del baño público en el que se encontraba y correr hasta su casa por las calles de Siracusa, sin ponerse ropa alguna, gritando: ¡Eureka! ¡Eureka! (¡Lo encontré! ¡Lo encontré!).

Experimentando, que es gerundio
Y en efecto lo había encontrado. Primero comprobó experimentalmente el volumen de agua que desplazaba una cantidad de oro igual a la entregada por el rey al orfebre, al ser sumergido en ella.

Después hizo lo propio con igual cantidad de plata, observando que desplazaba más volumen de agua que el oro. Algo esperable ya que su densidad es menor.

Es decir, que una misma cantidad de materia ocupa un volumen mayor si es de plata que si es de oro. Y por consiguiente desplaza, al ser sumergido en agua, un volumen también mayor.

Por último probó con la corona. Y en efecto las peores sospechas reales tomaron cuerpo. La corona desplazó un volumen de agua intermedio entre el desplazado por el trozo de oro y el desplazado por el de plata.

Luego, ¡el orfebre no había sido honrado!

La corona no era totalmente de oro, también tenía plata que es menos valiosa. Y Arquímedes lo había descubierto. La inteligencia del científico había vencido a la pillería del orfebre.

Ni que decir que el rey mostró su satisfacción con uno, obsequiándolo generosamente, y montó en cólera con el otro, mandándolo ejecutar.

Por los resultados que obtuvo se ve que Arquímedes no sólo había estado sumergido físicamente en la tina, en un relajado baño. 


También había estado inmerso intelectualmente en un problema científico. Y quizás estuvo más inmerso que sumergido.

Y es que, a pesar de las lenguas maledicentes, el hombre es capaz de hacer dos cosas a la vez. Bueno, sólo a veces. De acuerdo, sólo algunos hombres.

Principio de Arquímedes
A partir de este descubrimiento volumétrico, Arquímedes, pudo deducir el principio que lleva su nombre, generalizado ya a todos los fluidos (líquidos y gases). (Continuará)

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