(Continuación) En la breve historia que les he contado a lo largo de estos días, sobre las bombas nucleares de la Segunda Guerra Mundial aparecen, mejor dicho aparecerán, tres Enola Gay, tres.
Como las hijas de Elena sólo que en este caso, todas eran buenas. O al menos no malas. Que no es lo mismo, pero que viene a ser igual. Vean si no.
Como ya saben P. Tibbets fue el militar que cumplió con el deber de pilotar el bombardero B-29 que transportó a “Little Boy” o “El Flaco”.
Por costumbre, y como comandante del avión, tenía además un derecho: bautizarlo con el nombre que deseara.
Y no tuvo el buen hombre mejor ocurrencia -en forma y fondo- que la de ponerle el nombre de soltera de su madre Enola Gay Haggard, Enola Gay.
Cuente en el descargo de la forma que lo más probable, es que pretendiera rendirle un homenaje, un reconocimiento de hijo agradecido y orgulloso.
En el otro, el del fondo, nos quedaremos con sus declaraciones posteriores, en las que afirmaba desconocer el poder destructivo del “Flaco”. Vaya usted a saber.
A propósito del Enola Gay he de decirles que participó tres días después, como avión de reconocimiento meteorológico, en el ataque a la ciudad de Nagasaki. Más tarde fue modificado para participar en un programa de pruebas nucleares en el Pacífico, en el que no llegó a intervenir.
Posteriormente, en 1949, fue donado al Museo Smithsoniano donde ha estado desmontado y almacenado durante años.
Y no. No me he olvidado del tercero. Aunque tardó 36 años en aparecer. Enola gay es también el nombre de una buena canción compuesta por el grupo OMD, Orchestral Manoeuvres in the Dark (nuestras Maniobras Orquestales en la Oscuridad).
Probablemente el grupo que mejor tecno pop ha hecho en la historia de la música, y además, con el nombre menos comercial de todos los posibles. Fue su primer hit internacional.
Pensándolo bien resulta curiosa, por la singularidad, la situación. Al fin y alcabo, pocos hombres han sido hijos de una Enola Gay, pilotado otra y oído una canción con ese mismo nombre años después.
Por si quieren oírles.
Como las hijas de Elena sólo que en este caso, todas eran buenas. O al menos no malas. Que no es lo mismo, pero que viene a ser igual. Vean si no.
Como ya saben P. Tibbets fue el militar que cumplió con el deber de pilotar el bombardero B-29 que transportó a “Little Boy” o “El Flaco”.
Por costumbre, y como comandante del avión, tenía además un derecho: bautizarlo con el nombre que deseara.
Y no tuvo el buen hombre mejor ocurrencia -en forma y fondo- que la de ponerle el nombre de soltera de su madre Enola Gay Haggard, Enola Gay.
Cuente en el descargo de la forma que lo más probable, es que pretendiera rendirle un homenaje, un reconocimiento de hijo agradecido y orgulloso.
En el otro, el del fondo, nos quedaremos con sus declaraciones posteriores, en las que afirmaba desconocer el poder destructivo del “Flaco”. Vaya usted a saber.
A propósito del Enola Gay he de decirles que participó tres días después, como avión de reconocimiento meteorológico, en el ataque a la ciudad de Nagasaki. Más tarde fue modificado para participar en un programa de pruebas nucleares en el Pacífico, en el que no llegó a intervenir.
Posteriormente, en 1949, fue donado al Museo Smithsoniano donde ha estado desmontado y almacenado durante años.
Y no. No me he olvidado del tercero. Aunque tardó 36 años en aparecer. Enola gay es también el nombre de una buena canción compuesta por el grupo OMD, Orchestral Manoeuvres in the Dark (nuestras Maniobras Orquestales en la Oscuridad).
Probablemente el grupo que mejor tecno pop ha hecho en la historia de la música, y además, con el nombre menos comercial de todos los posibles. Fue su primer hit internacional.
Pensándolo bien resulta curiosa, por la singularidad, la situación. Al fin y alcabo, pocos hombres han sido hijos de una Enola Gay, pilotado otra y oído una canción con ese mismo nombre años después.
Por si quieren oírles.
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